lunes, 24 de noviembre de 2014

¿Cómo se llamaban los romanos?

Antes de tratar cualquier tema relacionado con la vida cotidiana de los romanos es necesario empezar por algo básico ¿cómo se llamaban? ¿empleaban la misma fórmula que nosotros, con nombre y apellidos?

El nombre de cada individuo dependía de diversos factores como su condición social, su sexo o, incluso, la época histórica a la que hagamos referencia ya que existe un testimonio, atribuido a Varrón, en el que se indica que en los primeros tiempos los romanos eran llamados por un solo nombre acompañado de un genitivo (caso que hace que la palabra actúe a modo de complemento del nombre principal) que indicaba de quien era hijo o esposa el personaje en cuestión (BATTLE, 1963: 29).


Los ciudadanos romanos, hombre libres, tenían tres nombres:

- Praenomen: correspondía al nombre propio de las persona, ayudando a diferenciarlo del resto de miembros de su familia. Su número era limitando, hablándose de la existencia de entre 40 y 50 en época republicana de los cuales los más frecuentes serían unos 17: Lucius, Caius, Marcus, Gneus...Solo los miembros más cercanos empleaban este nombre para dirigirse a sus familiares.

-  Nomen: indicaba la familia o gens a la que pertenecía el personaje: Iulius, Cornelius...La terminación de este nomen puede ayudar a identificar el origen de la familia y así, por ejemplo, las familias romanas procedentes del Lacio solían tener un nomen acabado en -ius, -aius o -eius, mientras que aquellas que tenían un origen etrusco lo hacían en -arna, -enna o -inna entra otros. 

-Cognomen: es una especie de "apodo" empelado para distinguir a las diferentes ramas de una misma familia como los Cornelius Cinna, Cornelius Scipio o Cornelius Balbus, diferentes ramas de la gens Cornelia.

A la hora de representar estos nombres en las inscripciones el praenomen suele aparecer abreviado y se incorporan otros elementos como la filiación, la tribu (cada una de las 35 circunscripciones en las que estaba dividido el territorio de Roma) a la que el individuo pertenecía de acuerdo con su domicilio, o el origo (origen) del personaje.


Aquí tenemos dos ejemplos de inscripciones conmemorativas grabadas en los dinteles situados sobre los principales accesos del teatro romano de Carthago Nova:


Dinteles conmemorativos procedentes del Teatro Romano de Cartagena.

En el primero de ellos se puede leer:


C. Caesari Augusti f divi n
La primera C  correspondería al praenomen Caius mientras que la F y la N indican la filiación del personaje, filius (hijo) y nepos (nieto), hijo de Augusto y nieto del divino, Julio Cesar.


El caso de las mujeres libres era distinto:

Estas solo poseían el nomen de la gens junto con un cognomen en el que se indicaba, generalmente, el orden de nacimiento. Como ejemplo citar el nombre de las dos hijas de Publio Cornelio Escipión el Africano, Cornelia Maior la mayor y Cornelia Minor la pequeña, a diferencia de su hermano que sí heredó el nombre completo de su padre. El nombre de las mujeres no cambiaba después del matrimonio y en el caso de encontrarnos con esposos en el que el marido y la mujer tengan el mismo nombre es debido a que ambos son libertos de un mismo señor.


Efectivamente las reglas que rigen los nombres de los libertos presentan ciertas diferencias:

Como praenomen solía elegirse el del antiguo dueño o el padre o patrono en caso de que la dueña fuese una mujer, mientras que como nomen se adoptaba el de la familia a la que había servido, el nombre de la profesión desempeñada si era esclavo de un collegium, de la divinidad venerada si lo era de un templo o el gentilicio publicus si se trataba de un antiguo esclavo del municipio o la colonia. Como cognomen conservaba su antiguo nombre.


Otros casos particulares son el de los extranjeros nacionalizados y el de las adopciones:

En el primero de ellos, los extranjeros que recibían la ciudadania romana adoptaban el praenomen y el nomen de aquellos individuos que le habían concedido el derecho, conservando su antiguo nombre como cognomen, similar a lo que ocurría con los libertos. 

En el caso de las adopciones se tomaba el nombre completo del padre adoptivo manteniéndose el antiguo nombre como un segundo cognomen. Como ejemplo tenemos a Cayo Octavio Turino luego renombrado como Cayo Julio Cesar Octaviano tras ser adoptado por Cayo Julio Cesar.


Bibliografía:  

- BATLLE, H. (1963): Epigrafía latina. CSIC, Instituto "Antonio de Nebrija", Colección de manuales Emérita, nº5. Barcelona, 1963.
- GRIMAL, P. (1999): La civilización romana: vida, costumbres, leyes, artes. Paidos, Barcelona, 1999.
- MCKEOWN, J.C. (2011): Gabinete de curiosidades romanas. Crítica, Barcelona, 2011.
  

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