domingo, 25 de enero de 2015

La jornada diaria del pater familias: la importancia de la salutatio y la cena

Hace algunos post hablábamos de quién era el paterfamilias y los poderes que le otorgaba el representar este papel dentro de la familia romana (aquí). Pues ahora vamos a ver cómo transcurría la jornada diaria de este personaje, una jornada en la que la mayoría de las actuaciones llevadas a cabo por estos hombres tenían por finalidad última conseguir una buena imagen social y una reputación impecable a base de mostrar su uirtus y su liberalitas o generosidad. 



Los dos actos básicos que permitían al hombre romano desplegar sus cualidades y establecer las relaciones sociales necesarias para  su ascenso político y económico eran la salutatio y la cena, sobre las cuales Férnandez Vega apunta:
"[...] constituían los ritos de la vertebración interindividual, mecanismo caseros de cohesión social, al establecer la primera unos lazos de reconocimiento susceptibles de ser estrechados mediante la segunda" (FERNÁNDEZ VEGA, 2003: 136).

¿En qué consistían ambas ceremonias? 


La primera de ellas, la salutatio, aparece definida en el Dictionnaire des Antiquités grecques et romaines de Daremberg y Saglio como:
"[...] la visita matinal que era costumbre de hacer, para los romanos, a aquellos que debían o se quería honrar. Debido a que el número de visitantes cotidianos era el que marcaba la importancia o la influencia, todo ciudadano estaba ansioso por tener a un gran número de individuos [...]"
Esta tradición estuvo vigente durante un gran número de años debido a tres motivos fundamentales:
  • Se conseguía unificar bajo una único patrono (el pater familias que era visitado) a un grupo de unidades familiares cuyas expectativas de vida y futuro intentan alcanzar gracias a la ayuda y la protección de este patrono.
  • Esto contribuye a crear un modelo de organización social de tipo piramidal, con la figura del patrono en la cúspide, y formada por todos aquellos grupos familiares subordinados.
  • La presencia de estos clientes en torno a una familia era un signo inequívoco de prestigio y riqueza, por lo que la clientela se convirtió en una institución muy arraigada dentro de la sociedad romana. 
A lo largo de los años que permaneció vigente sufriría algunas transformaciones motivadas, principalmente, por los cambios en los intereses de patrono y clientes. Así, si durante la República el objetivo principal de los patronos era conseguir votos de cara a los procesos electorales, con la llegada del Imperio se buscará el apoyo de los clientes con el objetivo de alcanzar nuevos cargos en la administración y también mantener la cohesión del imperio a través de la integración de las aristocracias provinciales con sus subordinados. Pero, evidentemente, esta ayuda no era desinteresada y, a cambio, los clientes podían obtener protección, influencia, ayuda económica y judicial así como algunos regalos materiales, conocidos como sportulae, que más tarde acabaron convirtiéndose en un donativo económico.

Ilustración que representa la salutatio (Fuente: Google images).
A pesar de su larga vigencia, no era algo con lo que todo el mundo estuviese de acuerdo  como nos indica el testimonio de Marcial, donde da una clara muestra de las obligaciones que esta ceremonia implicaba para los clientes:
"[...] por tres denarios me engatusas y me ordenas, Baso, que por la mañana, con la toga puesta, vigile tu zaguán, luego que me pegue a tu lado, que marche delante de tu silla de manos, que vaya contigo a cada de más o menos diez viudas. La verdad es que tengo una toguilla usada, barata y vieja; sin embargo, no la contrato, Baso, por tres denarios" (MARCIAL, IX, 100).

La salutatio comenzaba muy temprano, al alba, era la primera actividad del día por lo que el paterfamilias debía de levantarse muy temprano, antes incluso de que saliese el sol ya que permanecer más tiempo en el lecho era considerado como propio de perezosos y holgazanes. A continuación, ayudado por uno de sus esclavos, el señor llevaba a cabo su aseo diario limitado, tal como se vio en el post dedicado a la higiene personal (aquí), a los brazos y las piernas, y se colocaba la vestimenta en la que destacaba el símbolo por excelencia del ciudadano romano, la toga. Todos los individuos que participaban en la salutatio tenían la obligación de utilizar esta prenda, ya no solo por su valor como signo de distinción sino porque muchos de ellos, como relata Marcial, acompañarían al señor en su cortejo posterior, la adsectatio.

Una vez aseado y vestido, daba comienzo la ceremonia. Los clientes, desde bien temprano, habían estado agolpándose en la puerta de la domus tal como marca la tradición. Aquellos patrones más considerados podían colocar a la entrada de su residencia algún pórtico o bancos para hacer más agradable la espera aunque no era la norma común. El acceso a la vivienda se realizaba de acuerdo a un riguroso orden jerárquico, así primero entraban los amigos del señor y aquellos individuos de igual rango social por lo que en ocasiones, en lugar de en el patio o atrio de la casa, podían ser atendidos dentro del propio dormitorio del señor. El resto de individuos tenían que contentarse con acceder al atrio de la vivienda, un espacio cuya decoración acompañaba a esa idea de magnificencia que esta ceremonia debía de transmitir: columnas de ricos mármoles, pinturas murales, mosaicos, esculturas, fuentes, cortinajes y todos aquellos elementos capaces de transmitir la grandeza y los méritos de la familia, convirtiéndose en
"[...] sede clásica de toda la simbología considerada digna de ser desplegada" (FERNÁNDEZ VEGA, 2003).
Al lado del señor se situaba el nomenclator, personaje encargado de recordar el nombre de cada uno de los individuos que asistían a la ceremonia. Nada sabemos, sin embargo de las fórmulas de saludo empleadas aunque no es descabellado pensar que estas obedeciesen a un rígido ritual. Del número de asistentes dependerá la duración de la misma.

Ilustración que representa las labores del patrono en el foro (Fuente: Google Images).
El resto de la mañana era aprovechada para continuar con el trabajo, ya se tratase de los negocios privados o de los públicos, para lo cual se trasladaba al foro, no sin antes haber tomado un frugal desayuno, el iantaculum. Andando o en litera, el camino al foro lo hacia acompañado de sus clientes y ya una vez allí se dedicaría a ejercer como orador o jurista en alguno de los tribunales de justicia. El único oficio digno para estos hombres era la política o la guerra, como senador, magistrado u alto mando militar. También era la mañana el momento apropiado para realizar las visitas de cortesía a los amigos, ya fuese para felicitar o acompañar en los malos momentos, puesto que  la tarde, una vez que acababa la actividad el foro y si no era día de baño, era aprovechada para buscar a aquellos individuos que le acompañarían en la segunda gran ceremonia del día, la cena. Se trataba de un fastuoso banquete cuyo objetivo principal era afianzar aquellas relaciones beneficiosas para la familia, relaciones que le permitiesen alcanzar el éxito político. Esta era una labor que no solo estaba en manos del hombre, toda la familia debía de colaborar puesto que su engrandecimiento era el de todos, de ahí la famosa frase de César:
 "La mujer del César no solo debe ser honrada, sino además parecerlo.”
Este esquema de vida solo se veía modificado los días de fiesta o los días nefastos, aquellos dedicados a los dioses, en los que toda actividad humana cesaba a excepción de la religiosa.

Ilustración que representa un típico banquete romano, con los comensales recostados sobre los triclinia, los esclavos sirviendo y los músicos amenizando la cena (Fuente: Google Images).

Bibliografía:


  • DAREMBERG y SAGLIO, Dictionnaire des Antiquités grecques et romaines.
  • GRIMAL, P., (1999): La civilización romana. Vida, costumbres, leyes, artes, Paidós, Barcelona.
  • GUILLÉN, J., (1994): Urbs Roma. Vida y costumbres de los romanos. I La vida privada, Sígueme, Salamanca.
  • FERNÁNDEZ VEGA, P.A., (2003): La casa romana, Akal, Madrid.
  • MARCIAL, Epígramas, Gredos, Madrid.


domingo, 18 de enero de 2015

La táctica hoplítica: el ejército romano de los últimos años de la monarquía

Los ejércitos itálicos anteriores al siglo VI a.C, incluyendo en este grupo tanto a romanos como a otros pueblos del mismo área geográfica (norte y centro de la península) tales como los latinos o los etruscos, compartían grandes similitudes debido, además de la cercanía y la posibilidad de intercambiar influjos, al hecho de que todos ellos estaban influenciados por la mayor máquina militar del momento: el ejército hoplítico griego. Fue en torno al 600 a.C. cuando, desde las colonias griegas situadas en el sur de la península itálica (la denominada Magna Grecia), el armamento y los modelos organizativos helenos fueron adoptados por los etruscos pasando, a través de ellos, a las poblaciones vecinas.

Se trata de un tipo de lucha en la que predomina la colectividad, desarrollada a base de choques de unidades compactas y uniformadas en cuanto a su armamento, cuyo éxito reside en ese carácter compacto de la formación. El problema principal que implica este modelo de combate es que, al incluir un gran número de soldados, resulta poco efectivo en zonas con terrenos irregulares que impidan mantener la formación cerrada por lo que poco después será sustituido por la legión manipular. Realmente eran las primeras líneas las que llegaban a combatir, las restantes estaban principalmente para impresionar e intimidar al enemigo y evitar la fuga de soldados. 

Aunque algo más conocido que el periodo anterior, tampoco disponemos de fuentes directas que nos den información de este ejército. Tito Livio y Dionisio de Halicarnaso escribieron bastantes años después mientras que los textos contemporáneos habrían quedado destruidos tras el saqueo galo del año 390 a.C.

A continuación os dejo una ilustración que representa a tres de estos nuevos soldados:

Soldados etrusco a la izquierza, romano en el centro y hoplita en la derecha (Fuente: http://www.ecusd7.org/ehs/ehsstaff/jparkin/academics/ancient_world_history/Flowering_of_Civilizations/Han-Rome_Comparison/Rome/Roman_Military/Army/Index-Roman_Army.htm)

Todos los soldados que podemos ver en la imagen llevan vestimenta y armamento de carácter hoplítico. Uno de los elementos más característicos de este tipo de guerreros es el gran escudo circular u hoplon, de donde viene el nombre de este tipo de guerreros, y que podía alcanzar los 30 cm. de diámetro. Estaba construido con láminas de madera recubiertas de una de bronce, y para su sujeción  disponía de una abrazadera central, por donde pasaba el antebrazo, y una correa o empuñadura en uno de los extremos. Sus grandes dimensiones permitían, al ser sostenido con la mano izquierda, proteger todo ese lado del cuerpo y parte del cuerpo derecho del compañero de al lado, posible por la formación compacta que se adoptaba al luchar. De esta forma quedaba libre la mano derecha que se usaba para combatir. Cada escudo llevaba una decoración, generalmente un animal, que diferenciaba a las distintas familias, salvo en el caso de los espartanos, que iban todos con la misma decoración no zoomorfa, sino que se trataba de una L, por Lacedemonia. En este caso solo vemos la decoración del escudo del soldado latino, a base de un centauro en el centro y círculos concéntricos en el anillo exterior, todo ello de color rojo. El motivo decorativo de los otros dos no se aprecia pero si se ve el uso de colores diferentes. En la imagen situada más adelante si es posible apreciar como cada uno de los guerreros lleva una decoración diferente en su escudo. Lo que si podemos ver con claridad en la imagen, en el caso de los guerreros etrusco y romano, es el juego de agarraderas internas y el modo de sujeción del mismo.

Además del escudo, el armamento defensivo del hoplita se completaba con el casco. En el mundo griego existían diferentes variantes (corintio, tracio, ilirio, calcídico...). En la imagen vemos cómo solo llevan casco los soldados etrusco y latino. El primero deja libre la zona de los ojos, nariz y boca, y esta coronado por lo que parece una especie penacho, el del latino tapa también la nariz y no lleva penacho en la zona superior. La variedad en la tipología de los cascos ha sido igualmente representada en la ilustración situada más adelante. El soldado romano aparece representado sin casco a pesar de que parece que era común que se usase, independientemente de la condición social del soldado. Las grebas se usaban para proteger las espinillas. Estaban realizadas en bronce y adquirían una forma anatómica para adaptarse mejor a esta zona del cuerpo. En una fase más avanzada se extenderá hasta la rodilla, siendo este el modelo que vemos en la imagen, en todos los soldados. El resto de la pierna se resguardaba con unas anillas de bronce, que en el caso del soldado romano no están.


Para el cuerpo se usaban corazas también con la forma de los pectorales para que, al igual que ocurría con las grebas, se adaptasen lo mejor posible al cuerpo de los guerreros. Estas podían ser de bronce o de lino. En este último caso se formaban por la unión de varias capas de este material unidas con resina para que ganasen resistencia y la zona inferior se cortaba en bandas para facilitar los movimientos. Las diferencias entre una y otra radicaban en la comodidad, ya que las de lino permiten una mayor movilidad por su menor peso y, además, eran menos calurosas aunque contaban con el impedimento de que frenaban menos golpes que las de bronce. En la imagen vemos como los soldados etrusco y latino llevan el modelo metálico mientras que el romano parece mostrar uno de lino. Las corazas se introdujeron en el mundo romano a finales de la monarquía pero no se generalizó su uso como en el mundo griego sino que va a quedar reservado para aquellos ciudadanos que pudiesen permitírsela, convirtiéndose en un signo de distinción social. La situación solo cambiará con la reforma del ejército y la creación de los manípulos, cuando se generalice el uso de esta prenda. Bajo la coraza, los soldados llevan una túnica de colores vivos y en el caso del soldado latino también se completa con una capa, al modo de los soldados espartanos.

En el caso del armamento ofensivo, lo típico del soldado hoplita era portar una o dos lanzas. De grandes dimensiones, unos 2,45 metros de largo, estaban fabricadas en madera, con puntas de hierro o bronce y una cuerda en la parte central para facilitar el agarre. Su función principal era la de golpear y estocar, no ser lanzada, por lo que disponía en la parte inferior de un contrapeso que, en el caso de que se rompiese el astil, podía emplearse como otro arma. En la ilustración los tres soldados portan espada que, si bien para los griegos era algo más común aunque siempre secundario con respecto a la lanza, para el soldado romano era, junto con la coraza, un símbolo de distinción, puesto que se relacionaban con la lucha individual y, por tanto heroica, de los tiempos más antiguos. En este elemento también podemos observar diferencias entre los tres guerreros. Así, el etrusco y el latino llevan una espada de filo curvado mientras que el romano lleva una espada recta y alargada. Este tipo de espadas largas, conocidas como gladius, y con empuñadura en “antena” son de procedencia centroeuropea y servían tanto para ser clavadas como para cortar con el filo. En algunas ocasiones estos soldados también podían llevar un hacha como arma ofensiva.

Otra ilustración en la que aparecen tres guerreros hoplitas romanos enfrentándose a guerreros galos (Fuente: http://www.ecusd7.org/ehs/ehsstaff/jparkin/academics/ancient_world_history/Flowering_of_Civilizations/Han-Rome_Comparison/Rome/Roman_Military/Army/A-Early_Roman_Armies/Plate_E-Roman_Hoplites.jpg)
Por todos estos elementos podemos determinar que la ilustración refleja un momento posterior al año 600 a.C., cuando se introducen los usos militares griegos en la península, pero anterior al último cuarto del siglo IV a.C., cuando se modificó esta estructura del ejército romano, que a partir de entonces se organizó dividido en manípulos, un modelo de lucha más abierto y adaptado a las irregularidades del territorio en el que se movía. Pero a pesar de tomar muchos de los elementos del ejército griego, el ejército romano nunca llegó a ser una copia exacta ya que supo adaptar los influjos recibidos a sus necesidades.   

Esta reforma se ha atribuido a Servio Tulio, penúltimo de los monarcas romanos, artífice de una modificación del ejército, ahora organizado en base a criterios económicos. De esta forma el ejercicio de la guerra quedaba en manos de aquellos que más le interesaba, aquellos que tenían más que proteger y también aquellos que más podían perder, y que eran los únicos que podían costearse el armamento. Los más pobres, los que no disponían de nada, no participaban puesto que no tenían nada que ofrecer ni medios con los que costearse el equipo militar aunque debido a ello tampoco gozaban de derechos políticos. Además del armamento, este nuevo modelo de organización definía la posición que se ocupaba en el campo de batalla. Así los más pobres, los de la quinta clase actuaban en primer lugar, recibiendo los primeros impactos. El resto de clases conformaban las líneas de batalla, situándose delante los de la primera clase y los últimos los de la cuarta. 


Uno de los autores que nos menciona esta nuevo modelo de organización social en base a un censo es Tito Livio, escritor que, tal como se ha mencionado más arriba, pertenece a un momento bastante posterior:

“Con los que tenían una renta de cien mil ases o más  formó ochenta centurias: cuarenta de los de más edad y cuarenta de los más jóvenes; el conjunto se denominó primera clase. Los de más edad tenían por misión la defensa de la ciudad; los más jóvenes las guerras exteriores. Se les impuso como armas el casco, el escudo redondo, las grebas y la coraza, todas ellas de bronce y para servir de protección del cuerpo; como armas ofensivas la lanza y la espada. Agregó a esta clase dos centurias de obreros que cumplían el servicio militar sin llevar armas; tenían como misión el transporte de las máquinas de guerra. La segunda clase abarcaba de cien mil a setenta y cinco mil ases de renta, y de ellos se inscriben veinte centurias, tanto de mayores como de más jóvenes; armas exigidas: escudo alargado en vez del redondo, y las demás, las mismas, excepto la coraza. Fijó la renta de la tercera clase en cincuenta mil ases. El mismo número de centurias y con la misma diferenciación por edades que en la clase anterior; ningún cambio respecto a las armas, únicamente la supresión de las grebas. Renta de la cuarta clase: veinticinco mil ases; el número de centurias el mismo; cambio respecto a las armas: sólo se les dejó la lanza y el venablo. La quinta clase era más numerosa; estaba integrada por treinta centurias; iban armados de hondas y proyectiles de piedra; entre éstos estaban también censados los corneteros y trompeteros, repartidos en dos centurias. La renta de esta clase era de once mil ases. La renta inferior a esta comprendía la población restante: estaba exenta del servicio militar. Armada y distribuida de este modo la infantería, inscribió doce centurias de caballeros de entre los ciudadanos principales […] (TITO LIVIO I 43, 1-9).
La sociedad quedó dividida en cinco clases, quedando fuera de esta organización aquellos cuidadanos que no eran propietarios. El primer grupo se componía de aquellos individuos cuyas posesiones estuviesen valoradas en cien mil ases o más, individuos que, a su vez fueron distribuidos en ochenta centurias, diferenciándose por la edad de sus miembros. Así las cuarenta centurias cuya población era más joven tenían como misión militar formar parte de los ejércitos hoplíticos que combatían en el exterior, mientras que los mayores se quedaban en la ciudad para defenderla ante posibles ataques. En cuanto al armamento que podían portar está el casco, el escudo redondo, las grebas y la coraza, un elemento exclusivo de esta clase por lo que se va convertir en un signo de distinción social. 

El segundo grupo se limitaba a los individuos con una renta comprendida entre los 65.000 y los 100.000 ases, distribuyéndose en veinte centurias. Las armas son las mismas con la excepción de la coraza, que este grupo no tiene derecho a portar, y el escudo que en este caso es alargado. El tercer grupo incluye a los hombres con una renta de 50.000 ases, también divididos en veinte centurias. Las armas son las mismas salvo las grebas. El cuarto grupo se forma con los individuos con una fortuna de 25.000 ases, también distribuidos en veinte centurias y con un armamento más reducido, que en este caso se limita a la lanza y el venablo, otra lanza pero de menores dimensiones. Según se indica en el texto, estos individuos no tenían derecho a protecciones, ni escudo, ni casco y mucho menos coraza, elementos todos ellos excesivamente caros. El último grupo es el más numeroso incluyendo a los individuos cuya renta superase los 11.000 ases. Sus miembros se dividen en treinta centurias y su actuación en las batallas se limitaba a corneteros y trompeteros o al uso de hondas, en clara desventaja con respecto a los grupos anteriores.

Todos aquellos sujetos cuyo capital no alcanzase los 10.000 ases quedan fuera de esta organización censal y por lo tanto no tienen posibilidad de participar en el ejército puesto que se deduce que son incapaces de costearse un mínimo equipamiento. Ello supone que tampoco tienen derechos políticos. Por lo tanto parece que con esta organización cada individuo es premiado por lo que ofrece, cuanto más se ofrece más recompensa del estado se obtiene.

De estas cinco clases van a proceder los miembros de la infantería, mientras que el grupo de caballería se compone de doce centurias, formadas exclusivamente por aquellos individuos que poseen caballo, ya que todavía no está establecido el sistema del equo publico, según el cual es el estado el que otorga al animal, con el objetivo de incrementar su presencia en los ejércitos. Estaban situados en la cúspide de esta pirámide social, al tratarse de miembros de la aristocracia elegidos directamente por el rey.

Así es como quedó establecida la división de la población que tradicionalmente se atribuye a este monarca aunque la mayor parte de los especialistas están de acuerdo en que no se trató de una nueva creación de este soberano, es decir, el no creó estas clases sociales sino que solo calificó, dio nombre a lo que ya existía, puesto que desde tiempos anteriores aquellos individuos con mayores posibilidades económicas eran los que un mejor armamento podían procurarse. Se puede decir que institucionalizó algo que era una realidad desde años anteriores.

Esta reforma tenemos que situarla en el siglo VI a.C. y supuso una nueva organización de la población. Así, ahora todos los ciudadanos que vivían en terreno romano van a quedar distribuidos en diferentes tribus, urbanas y rurales, según su lugar de residencia, abandonándose la organización de tipo tribal y gentilicia que había dominado los primeros años de vida del mundo romano. Se produjo un avance más en la conformación del estado romano. El programa de reformas se completó con esta división de la sociedad según su fortuna con una triple finalidad: definir los derechos políticos, las cargas impositivas y las obligaciones militares. Así la población quedó dividida en dos grupos principales, los propietarios y los proletarii, los que no tenían tierras, incluyéndose también artesanos y comerciantes, y por lo tanto ni derechos políticos ni obligaciones militares pues se consideraba que no tenían nada por lo que luchar. Así, con esta medida Servio Tulio introdujo algo muy importante en el ejército y es una motivación en la batalla, ya que cada individuo peleaba por defender lo suyo, por proteger lo que es de su propiedad.

Bibliografía:


  • FIELDS, N., (2011): Early Roman Warrior 753-321 BC, Orford.
  • GOLDSWORTHY, A., (2005): El ejército romano, Editorial Akal.
  • KEPPIE, L., (1984): The Making of the Roman Army, London.
  • ROLDÁN HERVÁS, J.M., (1995): Historia de Roma, Universidad de Salamanca.
  • TITO LIVIO, Historia de Roma desde su fundación I-III, Editorial Gredos 144. Traducción y notas de J.A. Villar Vilar. Introducción general de A. Sierra de Cózar. Revisada por J. Gil.





domingo, 11 de enero de 2015

El "ejército" de los primeros tiempos

La fecha de la fundación de Roma fue fijada en el año 753 a.C. por Marco Terencio Varrón, militar, funcionario y escritor  romano que vivió entre los años 116 y 27 a.C. Pero la arqueología ha demostrado la existencia ya en el Paleolítico de una ocupación en la zona del Lacio aunque fue durante el periodo de transición del Bronce al Hierro, en torno a los siglos XI-X a.C., cuando se produjo la consolidación de un hábitat disperso en el área en la que más tarde se desarrollará la futura capital del imperio, ya que se trataba de un espacio con grandes posibilidades de subsistencia. Esta manifestación cultural, denominada como cultura lacial, estará enormemente influenciada por grupos contemporáneos como las culturas de fosa o la de Villanova. 

Estas pequeñas aldeas de no más de un centenar de habitantes, situadas en las distintas colinas, iniciaron en torno al año 800 a.C. un proceso de sinecismo o agrupación que se prolongó hasta  el primer cuarto del siglo VI a.C., motivado en parte por el aumento de los rendimientos agrarios, lo que permitió la aparición de excedentes, el desarrollo de actividades artesanales y comerciales, y la aparición de centros de carácter urbano, con casas que sustituyen a las antiguas cabañas y las primeras evidencias de diferenciación social.

Durante estos primeros años, en los que se confunde realidad y leyenda, el modelo político al que hacen referencia las fuentes es una monarquía que habría estado presente desde el momento de su fundación hasta el año 509 a.C., en que fue expulsado el último de los monarcas, Tarquinio el Soberbio, y se instauró la República. 

¿Qué tipo de ejército existió en estos primeros tiempos? 


Es muy poca la información que disponemos acerca de estos primeros años puesto que no fue hasta el siglo III a.C. cuando los romanos empezaron a escribir su propia historia. Si nos centramos en la información de tipo militar son dos autores los que tratan este periodo, Tito Livio y Dionisio de Halicarnaso, ambos muy posteriores, de manera que todos los datos que aportan deben de ser tratados con cautela. Es la arqueología la que contribuye a despejar el panorama acerca del ejército romano más arcaico.

Realmente no podemos utilizar la palabra ejército para referirnos a estos primeros soldados sino que lo más correcto es hablar de bandas de no más de un centenar de hombres, formadas por los habitantes de las aldeas, unidos en clanes o grupos de varias familias ligados por lazos de sangre, amistad o étnicos, a los que se podían unir allegados y clientes, y dirigidos por un jefe o caudillo. En ocasiones varios de estos clanes podían organizarse para enfrentarse a expediciones de mayor envergadura. En Roma el encargado de dirigir estas actuaciones era el rey, unas actuaciones que se limitaban a riñas entre los distintos grupos para controlar áreas de explotación, derechos de paso, saqueos o la obtención de botín, acciones que garantizaban la fidelidad de los hombres a sus caudillos por lo que se hacían continuamente necesarias. La motivación de estos hombres era, principalmente el honor y la defensa de su clan, a lo que se podía unir en muchas ocasiones un espíritu aventurero o el deseo de promoción personal.

Estos hombres no recibían un entrenamiento específico sino que la dureza de los trabajos del campo sería suficiente preparación aunque también es probable que dentro de las familias abuelos y padres ofreciesen algún tipo de adiestramiento a los más jóvenes. No hay que olvidar que la caza, junto con la agricultura, era una de las actividades principales que garantizaban la subsistencia de las grupos humanos por lo que la mayoría de los hombres estaban acostumbrados a manejar armas.  No se puede hablar todavía, por lo tanto, de la concepción de la milicia como una profesión sino que era una actividad realizada a tiempo parcial que se compaginaba con la agricultura, el pastoreo o la caza. 

La panoplia básica de la época era muy sencilla, compuesta por un escudo elaborado en madera, por lo que no se han conservado, y una o dos lanzas, que en raras ocasiones podían acompañarse de hachas o dagas de bronce, material que solo en un momento más avanzado empezó a ser sustituido por el hierro, mucho más escaso. En algunos enterramientos se han encontrado escudos realizados completamente en bronce por lo que es probable que no fuesen objetos empleados en vida, ya que en la batalla habrían podido ser rápidamente inutilizados, sino que fueron seguramente elaborados ex profeso para ser depositados como ajuar funerario. Hay que tener en cuenta que muchos de los materiales hallados en contextos funerarios, de donde proceden la mayoría de los hallazgos relacionados con el ejército arcaico, no necesariamente reflejan la realidad del momento sino que muchos son elaborados solo para ser depositados en el enterramiento como símbolo de estatus y riqueza. Como elementos defensivos, además del escudo, existían protectores corporales fabricados en cuero o madera a los que se unían las corazas elaboradas en bronce reforzado con hierro, aunque estas estaban reservadas a los líderes y aquellos individuos más pudientes. Los yelmos fueron mucho más frecuentes, aunque su protección se limitaba a la zona alta de la cabeza, ya que las distintas variedades existentes solían carecer de defensas para mejillas y nuca. Los modelos más frecuentes eran el villanoviano, consistente en un cuenco formado de dos mitades, con una placa elevada en forma de flecha situada en la zona de unión entre ambos, o el tipo campana.

Yelmo de tipo villanoviano, hallado en Tarquinia y fechado en el siglo VIII a.C. (Museo Arqueológico Nacional de Tarquinia).

Los hallazgos arqueológicos apuntan a la existencia de una cierta uniformidad en el equipamiento militar, empezando a apreciarse mayores diferencias a partir del siglo VIII a.C. La espada será, junto con el material en el que estaban elaboradas las defensas, otro de los elementos de distinción social, ya que eran pocos los que podían permitírsela. Las primeras espadas estaban inspiradas en los modelos griegos, predominado aquellas de hoja larga preparadas para golpear con el filo, aunque tampoco eran desconocidas aquellas más cortas, empleadas principalmente para ser clavadas. El modelo de empuñadura más característico era el de tipo "antena", con modelos muy elaborados y ornamentados. 

Ilustración que representa a Rómulo y Remo ataviados como los primitivos soldados romanos (http://www.ecusd7.org/ehs/ehsstaff/jparkin/academics/ancient_world_history/Flowering_of_Civilizations/Han-Rome_Comparison/Rome/Roman_Military/Army/Index-Roman_Army.htm) 

Este tipo de "ejército" de bandas solo permitía la realización de combates de poca duración en las zonas más inmediatas, haciendo innecesario el acuartelamiento de las tropas o la preocupación por temas de aprovisionamiento y logística, con lo que los gastos bélicos eran muy limitados. 

A partir del año 600 a.C. aproximadamente se producirá una revolución tanto en el equipamiento como en las tácticas de lucha, con la incorporación de los modelos hoplíticos helenos, de los que hablaré en el siguiente post. Con este cambio, situado durante el reinado de Servio Tulio, se pasó de un tipo de lucha individual y heroica a un modelo de tipo colectivo, en el que lo que predomina son los intereses de la comunidad. 

Bibliografía: 

- FIELDS, N. (2011): Early Roman Warrior 753-321 BC, Oxford.
-GOLDSWORTHY, A. (2005): El ejército romano, Editorial Akal. 
- KEPPIE, L. (1984): The Making of the Roman Army, London.
- ROLDÁN HERVÁS, J.M. (1995): Historia de Roma, Universidad de Salamanca.





lunes, 5 de enero de 2015

El Rey de Reyes y el "tontolaba"

Como casi la mayoría de elementos de nuestra cultura, el Roscón de Reyes también encuentra sus orígenes en la Antigua Roma. 


Vimos en el post dedicado a las Saturnalia que durante esta festividad, celebrada al terminar los duros trabajos agrícolas, se producía una especie de mundo al revés en el que todo estaba permitido, incluso que por un día los esclavos intercambiasen su rol con el de sus señores, estándoles permitido vestir sus ropas u obligarles a trabajar para ellos. Era típico de estos días la elaboración de unas tortas dulces de forma redonda con higos, dátiles y miel para repartir entre todos los campesinos y esclavos que habían participado en las duras tareas agrícolas, como forma de recompensarlos por el trabajo bien hecho. En un momento más avanzado, antes de que la Iglesia adoptase esta festividad y la modificase para adaptarla sus intereses, empezó a incluirse un habas seca, con un profundo carácter simbólico relacionado con la fertilidad y la muerte para los antiguos, dentro de las tortas y aquel que la encontrase era coronado como Rey de Reyes durante un periodo de tiempo establecido previamente.
En esta imagen se puede apreciar una torta elaborada con calabaza, dátiles, piñones y miel, al estilo de las tortas que se cocinaban  en época romana, cocinada por el Gremio de Maestros Confiteros de Valencia (fuente: http://www.levante-emv.com/valencia/2015/01/03/roscon-reyes-pagano/1207747.html)

Otra teoría dice que durante las Saturnalia el haba no se introducía dentro de la torta sino que se escondía en algún lugar de la casa, siendo librado de sus funciones durante los días que duraban las fiestas el afortunado esclavo que la encontrase. Las tortas con el haba en su interior, según esta segunda teoría, se repartían durante la festividad del dios Jano, augurando un año de prosperidad y buena fortuna al agraciado que la encontrase en su interior. Aceptemos una u otra, lo que está claro es que el origen de este dulce y la tradición que lo acompaña hay que remontarlo hasta época romana, con la salvedad de que a día de hoy el haba ha cambiado completamente su significado, pasando a ser considerada como símbolo de mala suerte, obligando a pagar el roscón a aquel que la encuentre.

Pero ¿cómo ha llegado esta tradición hasta nuestros días?


Con la cristianización de las festividades romanas, la costumbre las tortas y las habas pasaron al olvido salvo en Francia donde parece que empezó a celebrarse la festividad de Le Roi de la Fave el 6 de Enero, día en la que el niño que encontrase el haba era mimado y colmado de regalos, aunque no será hasta el reinado de Luis XV, en el siglo XVIII, cuando se popularice la tradición del roscón. Cuentan que el pastelero encargado de elaborar el roscón para la familia real incluyó, junto al haba, un moneda o un medallón de oro y piedras preciosas, un objeto de más valor en definitiva que hizo que el haba perdiese su tradicional significado, ya que ahora se prefería encontrar estos lujosos objetos antes que la legumbre.

En España parece que la tradición tampoco se había perdido del todo y tenemos el testimonio del Rey de la Faba, celebrado en el reino de Navarra desde el siglo XII o XIII. Cada día 6 de Enero el rey invitaba a comer a los niños más desfavorecidos, ofreciéndoles una porción de roscón y aquel que encontrase el haba sería coronado monarca durante un día. Sería un rey francés, Felipe V, quien introdujo en nuestro país la costumbre de incluir objetos de más valor dentro del roscón, lo que supuso la desaparición del haba hasta el siglo XIX cuando parece que de nuevo empezó a ser introducida en los roscones, aunque ahora si, con una connotación negativa, pasando a ser considerado el que la encontraba el tonto del haba o el tontolaba, debiendo de pagar el roscón.

Roscón de Reyes actual, relleno de nata (fuente: http://www.lavanguardia.com/ocio/20131230/54397655018/gremio-de-pasteleria-de-barcelona-roscones-de-reyes.html)

A día de hoy en muchas casas se recita este poema antes de comerse el roscón:

He aquí el roscón de Reyes, 
tradición de un gran banquete
en el cual hay dos sorpresas 
para los que tengas suerte.

En él hay, muy bien ocultas, 
un haba y una figura; 
el que lo vaya a cortar
hágalo sin travesura.

Quien en la boca se encuentre
una cosa un tanto dura,
a lo peor es el haba, 
o a lo mejor la figura.

Si es el haba lo encontrado
este postre pagarás, 
más si ello es la figura
coronado y rey serás.


Pero después de lo expuesto arriba parece que concentrase el haba no es tan malo como puede parecer ;).
El haba en el mundo romano, y antiguo en general, tenía un profunda simbología relacionada con la fertilidad, la muerte y el más allá (fuente: google images)