lunes, 29 de diciembre de 2014

El paterfamilias


La familia fue, sin duda,  una de las instituciones más importantes en la civilización romana, considerada como el núcleo básico del orden social (GUILLÉN, 1994: 112). 

El concepto de familia en el mundo romano no es idéntico al que tenemos hoy día, sino que, en la Roma antigua, esta es mucho más amplia al componerse tanto de individuos unidos por parentesco físico o lazos de sangre, un tipo de relación que en derecho romano se denomina
cognatio y que Ulpiano define así “cognati se llama como si dijéramos nacido de uno mismo […]” (ULPIANO, 38, 8, 1, 1), como aquellos unidos por parentesco civil o agnatio. Así se puede decir que la familia romana se componía del hombre libre a quien la muerte del padre ha hecho heredero y dueño de todos los derechos o bien el que ha formado su propia unidad familiar en otro hogar, la mujer a quien ha unido el sacerdote mediante el matrimonio junto con los hijos y los nietos por vía masculina, a los que habría que añadir a esclavos, emancipados y clientes, individuos todos ellos sujetos a la autoridad del padre. Se trata de un grupo amplio en el que la diferencia entre unos y otros queda establecida por la condición jurídica de cada persona, ya que mientras el paterfamilas es sui iuris (independiente) el resto de miembros son alieni iuris (dependientes del anterior). La familia fue especificada por Ulpiano de la siguiente manera:
"[…] varias personas que están bajo la potestad de otra o por principio natural o de derecho, como el padre, la madre, el hijo, la hija y los que vienen detrás de ellos, como los nietos, las nietas y sus descendientes" (ULPIANO, 50, 16, 192, 2).

Dentro de la familia destaca la figura del paterfamilias, el eje principal en torno al cual se aglutina todo el grupo. El paterfamilias encarna la máxima autoridad dentro del hogar, es el representante legal de la misma y quien toma todas las decisiones relacionadas con la vida de sus miembros. De hecho, durante los primeros años de la República podía incluso decidir sobre la vida y la muerte de todos aquellos que estaban sub manu, bajo su poder. Ulpiano lo define como:
“Padre de familia llamamos a quien tiene el dominio de la casa, y se le da este nombre con toda su propiedad, aunque no tuviera hijo alguno, porque con tal nombre no designamos sólo su persona, sino también su derecho” (ULPIANO, 50, 16, 192, 2).
Togado
Togado Barberini, representación de un cabeza de familia con los retratos de sus antepasados.

Todos los derechos del padre así como la sumisión del resto de miembros del grupo familiar quedaron fijados por primera vez en la Ley de las Doce Tablas. En las tablas IV y V, tituladas “De los derechos de patria potestad y de los conyugales” y “De las herencias y tutelas” respectivamente (AAVV, 1992: 63-67):


Tabla IV
1. [Matado] nada más nacer, como ordenan las Doce Tablas, un niño espantosamente deforme.
2. Si un padre llegara a poner en venta por tercera vez a su hijo, el hijo quedará libre del padre.
Tabla V
1. Nuestros antepasados […] quisieron que las mujeres, aun siendo adulta, estuvieran, por su ligereza de ánimo, bajo tutela […] si se exceptúan las vírgenes vestales que […] quisieron que fueran libres. Y en ese sentido se tomaron medidas ya que la Ley de las Doce Tablas.
2. De una mujer que está bajo la tutela de sus parientes agnados, no se podrían adquirir legalmente sus posesiones por usucapión, a no ser que hubieran sido entregadas por ella misma con el consentimiento de su tutor.
3. Las disposiciones testamentarias que haya de adoptar el paterfamilias respeto a los legados ya la tutela de su dinero y de su hacienda, serán ley.
8. […] de la familia […] a la misma familia […]

El paterfamilias estaba dotado de un poder enorme a través de cuatro potestades que si bien habían quedado recogidas por primera vez en la Ley de las Doce Tablas, su origen parece más antiguo, inserto en la propia tradición lacial, así como en la etrusca y la griega de las que bebe el mundo romano en sus orígenes. 
En cuanto al análisis de las potestades del paterfamilias, la primera de ellas es la que se conoce como patria potestad o también patria maiestas, patrium ius, o imperium paternum. Esta implicaba el poder absoluto sobre los hijos, hasta el punto de que en los tiempos más antiguos también tenía la capacidad de decidir sobre la vida o muerte de los niños, o incluso podía venderlos como esclavos. Jurídicamente, son tres los derechos que le otorga este poder, a saber el ius exponendi o derecho de aceptar o no al niño en la familia, el ius vitae necisque o derecho a ordenar la muerte de alguno de los hijos, y el ius vendendi o capacidad para vender como esclavo a cualquiera de sus descendientes.
Según las fuentes, ya durante el periodo de la monarquía se tomaron algunas medidas para frenar estos poderes. Así según Dionisio de Halicarnaso:
“Rómulo […] estableció la obligación de que sus habitantes criaran a todo vástago varón y a las hijas primogénitas; que no mataran a ningún niño menor de tres años […]” (DIONISO DE HALICARNASO, 2, 15, 1-2). 

Por su parte Plutarco, en la Vida de Numa (PLUTARCO, XVII) dice que este monarca reguló  la venta de los hijos, impidiendo que esta se produjese cuando ya estaban casados. A finales del periodo republicano estos últimos derechos perderán vigencia hasta desaparecer completamente con la expansión de la religión cristiana.
Existían diferentes supuestos bajo los cuales se podía acabar con esta dominación: la muerte del paterfamilias, la emancipación o pérdida de la ciudadanía por parte de los hijos, su conversión en Flamen Dialis o virgo vestalis, la adopción de padre o hijo por una tercera persona o el nombramiento del hijo como magistrado público.
La segunda de las potestades es el poder que el paterfamilias ejerce sobre la esposa, conocido como manus, y que suponía que el hombre adquiría poder tanto sobre la persona como sobre los bienes de la esposa. Este poder no se obtenía directamente a través del matrimonio sino que se hacía mediante un acuerdo especial por el que el antiguo paterfamilias, generalmente el padre o un hermano, hacían un traspaso de este poder al nuevo marido. Es solo un ejemplo más de hasta qué punto era limitada la actuación de la mujer en el mundo romano, especialmente desde un punto de vista jurídico, ya que se necesitaba el permiso de su tutor para poder pasar a estar sometida a un nuevo hombre. Es cierto que el siglo II a.C. supuso una cierta autonomía de la mujer pero que nunca llegó a afectar al plano legal, un mundo en el que va a ser considerada como una menor de edad. 
Desde un punto de vista jurídico, puede ser entendido como una especie de patria potestad ya que su consecuencia es la misma, la capitis deminutio (“disminución de derecho”) de la persona sobre la que se ejerce, con la diferencia de que en este caso es la propia afectada, la mujer la que puede ponerle fin mediante el divorcio del marido.
Las otras dos potestades del paterfamilias son el poder sobre los esclavos, también conocida como dominica potestad y que se puede definir como la autoridad que ejercía el paterfamilias sobre sus esclavos (ALZAMORA, 1946: 79).
Y por último el llamado poder mancipial o mancipium, es decir, aquel que le da la autoridad para poder vender todos aquellos bienes y personas que se encuentran bajo su poder. La diferencia entre la dominica potestad y el mancipio es que los que se encuentran bajo la primera son esclavos mientras que los segundos son personas libres.
Fue a inicios del periodo imperial, y especialmente con la difusión de la religión cristiana, cuando progresivamente el paterfamilias va a ir perdiendo el poder que hasta entonces había ostentado lo cual supuso la desaparición del eje vertebrador de la familia tradicional romana y por ende el derrumbamiento de la institución.





Representación de la familia de Augusto en el Ara Pacis (Fuente: ArteHistoria)
 Bibliografía:

  •   AAVV, (1992): Ley de las Doce Tablas. Ediciones Clásicas, Madrid.
  •  AAVV. “Paterfamilias” Realencyclopädie der Classischen Altertumswissenschaft. Tomo 38, pp. 2121-2158. Stuttgart 1890-1980. J. B. Metzler.
  •  ALZAMORA SILVA, L (1946): Derecho Romano. Taller de Linotipia, Lima.
  • DAREMBERG, C.-SAGLIO, E. “Patria Potestas” Le Dictionnaire des Antiquités Grecques et Romaines de Daremberg et Saglio. Tomo 4, vol. 1, pp. 342-347. París, 1877-1919. Hachette.
  • DÍAZ BAUTISTA, A (1996): Manual de derecho romano. Diego Marín, Murcia.
  • DIONISIO DE HALICARNASO (1984): Historia Antigua de Roma: Libros I-III. Editorial Gredos, Madrid.
  • GRIMAL, P. (2007): La civilización romana. Vida, costumbres, leyes, artes. Editorial Paidós, Barcelona.
  • GRIMAL, P. (1993): La vida en la Antigua Roma. Editorial Paidós, Barcelona.
  •  GUILLÉN, J. (1994): Urbs Roma. Vida y costumbres de los romanos I. La vida privada. Editorial Sígueme, Salamanca.
  • JOHNSTON, H.W. The private life of the romans. http://www.forumromanum.org/life/johnston.html
  • PLUTARCO, (1948): Vidas paralelas: Teseo-Rómulo, Licurgo-Numa. Editorial Espasa-Calpe, Madrid.
  • SÉNECA, (1989): Cartas de Lucilio. Editorial Gredos, Madrid.



lunes, 22 de diciembre de 2014

Io, Saturnalia

Con este grito comenzaba una de las celebraciones más importantes dentro del mundo romano, las Saturnalia, festividad en honor al dios Saturno que se celebraba entre el 17 y el 25 de Diciembre, día que coincidía con el solsticio de invierno. 

Saturno era una de las divinidades más antiguas del panteón romano que, según la leyenda, habría llegado al principio de los tiempos procedente de Grecia donde había sido destronado por Júpiter. Una vez en el Lacio fue rápidamente aceptado por su rey, Jano, y poco después se estableció al pie de la colina del Capitolio, en la otra orilla del Tíber, donde fundó la ciudad de Saturna. Dios de la agricultura y la siembra, enseñó a los habitantes de su ciudad los secretos de la esta actividad, haciendo que su reinado fuese rico y extraordinariamente próspero, por lo que fue conocido como La Edad de Oro, una edad de oro perdida y que se pensó se había recuperado durante el reinado del emperador Augusto y la Pax Augustea. Durante las Saturnalia se recordaba esa Edad de Oro por lo que se trataba de unos días de alegría, despreocupación y también de excesos, posibles ya que coincidían con el fin de los trabajos agrícolas. Durante los días en los que se desarrollaban no había diferencias sociales, todos eran iguales, esclavos y señores, jóvenes y ancianos, niños y adultos, y se abandonaban las estrictas reglas que regían la vida cotidiana, en definitiva, todo estaba permitido.

Saturno devorando a sus hijos, Rubens (1636)
Las fiestas comenzaban con un sacrificio al dios en su templo, situado a los pies del Capitolio, que era seguido de un gran banquete al que estaba invitado todo el mundo y que iba acompañado del grito multitudinario de “Io, Saturnalia”. Los sucesivos días se cerraban los tribunales, las escuelas y los comercios, se paralizaban los enfrentamientos bélicos y se organizaban toda clase de entretenimientos, los romanos salían a la calle a bailar y a cantar, se celebraban procesiones, se sucedían los banquetes y se hacían regalos entre amigos y familiares entre los que destacaban las figurillas de terracota, velas, nueces o fruta. Las viviendas se engalanaban para la ocasión: se decoraban con flores, se encendían velas y se colgaban decoraciones de los árboles plantados en los jardines de las casas. El día más importante era el que estaba consagrado a la esposa de Saturno, Opis, diosa de la abundancia. Ese día incluso los esclavos podían participar en la fiesta, estándoles permitido vestir las ropas de sus amos u obligarles a que les sirviesen la mesa. Se trataba, pues, de unas fiestas en las que todo estaba permitido, en las que se cometían todo tipo de excesos y que acabaron degenerando en la celebración de orgias desenfrenadas.
El último día de las Saturnalia, la noche del 24 al 25 de Diciembre, coincidiendo con el solsticio de invierno, tenía lugar la celebración de la festividad de la natividad del Deus Sol Invictus, título religioso que encerraba en sí misma a tres divinidades: Mitra, Helios y El Gabal, aunque bajo el emperador Juliano el Apóstata se consideró que la única divinidad mencionada bajo esta advocación era Helios, siendo los otros dos simples expresiones de esta divinidad. Era la noche más larga del año, y los antiguos romanos celebraban el renacimiento del dios sol. Y, de hecho, los romanos no eran los únicos: los “bárbaros” celebraran ceremonias relacionadas con el solsticio, en Egipto se celebraba el regreso del Osiris, incluso en sociedades tradicionales actuales se siguen celebrando ritos relacionados con el solsticio de invierno. Con el paso del tiempo y la legalización del cristianismo en el Imperio este día pasó a celebrarse el nacimiento de Cristo ¿por qué la elección de esta fecha? Realmente no contamos con ningún testimonio que diga que Jesucristo nació ese día, no se indica nada de ello en los Evangelios, de hecho actualmente se tiende a pensar que habría que situar su nacimiento tres años antes de la fecha oficialmente admitida y que proviene del relato de Dionisio el Exiguo, un monje medieval, que indicó que Cristo habría nacido 753 años después de la fundación de Roma, coincidiendo con el gobierno del emperador Augusto. La elección de eses dos fecha vino determinada, entonces, porque esos dos días se celebraban festividades paganas. Y es que era mucho más fácil modificar el contenido de una festividad ya existente y fuertemente arraigada en la sociedad que crear algo completamente nuevo. Esta fue la actitud que tomo la Iglesia de forma que la mayoría de festividades religiosas que celebramos a día de hoy pueden remontarse a un origen pagano: “Esta nueva fecha fue elegida enteramente bajo influencia pagana. Desde siempre había sido la del aniversario del sol, que se celebraba en muchos países con gran alborozo. Tal elección parece habérsele impuesto a los cristianos por hallarse éstos en la imposibilidad, ya fuera de suprimir una costumbre tan antigua, ya fuera de impedir al pueblo que identificara el nacimiento de Jesús con el del Sol. Así hubo que recurrir al artificio, frecuentemente empleado y abiertamente admitido por la Iglesia, de dar una significación cristiana a este rito pagano irreprimible” según las palabras de Arthur Weigall.
Representación del Deus Solis Invictus, con corona radiada.


Regalos, decoración de las viviendas, nacimiento de un dios…como vemos son muchísimas las similitudes entre las festividades paganas de las Saturnalia y el Deus Solis Invictuscon nuestra actual Navidad. Y es que, por extraño que pueda parecernos la mayoría de las festividades consagradas a distintos santos o vírgenes que celebramos a día de hoy tienen un origen pagano. Los primeros cristianos apenas celebraban más fiestas que la Resurrección y Pentecostés mientras que el grueso de la sociedad seguía celebrando sus festividades tradicionales, festividades con un fondo religioso pero consagradas a las numerosas divinidades paganas. Es por ello que desde el siglo III d.C., el siglo donde las persecuciones contra los cristianos alcanzaron sus mayores cotas (Severo, Maximino, Decio o Diocleciano) pero también la centuria en la que se sentaran las bases para la definitiva consolidación de la nueva religión, los cristianos empezaron a asimilar las diferentes festividades vigentes en el calendario romano y adaptarlas a sus propios intereses, facilitando con ello la aceptación general de las nuevas celebraciones. 
A pesar de tratarse de una de las festividades más importantes dentro del calendario romano tal como recuerdan autores como Cátulo en sus Poemas o Séneca quien afirmaba dentro de Cartas a Lucilio que “toda Roma se volvía loca”, no todos estaban de acuerdo con la celebración de las Saturnalia y por ejemplo sabemos que autores como Plinio el Joven prefería aislarse en unas habitaciones de su villa “Especialmente durante la Saturnalia, cuando el resto de la casa está ruidosa por la licencia de las fiestas y los gritos de festividad. De esta forma, no obstaculizo los juegos de mi gente y ellos no me molestan en mis estudios”.

Ave Caesar! Io, Saturnalia!, Lawrence Alma-Tadema (1880). Este cuadro representa el momento en el que Claudio es nombrado emperador tras el asesinato de Calígula a pesar de que por sus defectos físicos había sido apartado del poder, lo que supuso un cambio en su rol, tal como ocurría en las Saturnalia.

Bibliografía:
-          CÁTULO, Poemas.
-          CARDONA, F.L., (2008): Mitología romana. Ediciones Brontes, Barcelona.
-          GRIMAL, P., (2008): Diccionario de mitología griega y romana. Paidós, Barcelona.
-          PLINIO EL JOVEN, Historia Natural.
-          SÉNECA, Cartas a Lucilio.
-          WEIGALL, A., (1934): Survivances païennes dans le monde chrétien. Payot, Paris.

lunes, 15 de diciembre de 2014

Termas romanas de Carthago Nova

Tal como vimos en el post anterior, son dos los establecimientos termales públicos que se han identificado en la ciudad de Carthago Nova, ambos fechados con posterioridad a la promoción colonial de la ciudad. Esta se sitúa en torno al año 54 a.C., obra de Pompeyo Magno, tras lo cual la ciudad experimentó un importante proceso de desarrollo edilicio de carácter monumental que incluyó la resistematización de espacios y la reconstrucción del sistema viario, la creación de nuevas infraestructuras de carácter hidráulico entre las que destacaría un acueducto, posiblemente el más antiguo de la Hispania romana, así como la edificación de estructuras públicoas adecuadas a la nueva dignidad de la ciudad: el foro, la curia, templos, el teatro, el anfiteatro y también las nuevas instalaciones termales. Con ello Carthago Nova conseguía adecuar su aspecto físico e infraestructuras al nuevo papel que estaba llamada a desempeñar dentro de Hispania y de todo el Imperio, alcanzando su momento de máximo esplendor en época augustea cuando, además, se convierta en capital del mayor conventus iuridicus de su provincia (RAMALLO y RUIZ, 2010: 104).

El primero de ellos, situado en la actual calle Honda, en un punto cercano al foro de la ciudad, es el establecimiento termal mejor conocido, fechado en época julio-claudia a partir de la decoración de la palestra, los restos escultóricos, el material latericio y los clavi coctiles, materiales todos ellos que apuntan a las dos primeras décadas del siglo I d.C. (MADRID, NOGUERA y VELASCO, 2011: 100). Los primeros restos fueron hallados en el año 1968 por Pedro San Martín Moro (SAN MARTÍN, 1985: 134) quien trabajó en ellos entre los años 1982 y 1983 (MARTÍNEZ 1997; SAN MARTÍN, 1985: 137), completándose la excavación del conjunto en varias campañas posteriores, la última de las cuales tuvo lugar en el año 2008-2009, tras la cual se procedió a su puesta en valor y musealización.
Imagen aérea de las termas durante las excavaciones de los años 80 (https://joseluissite.wordpress.com/)
Han sido clasificadas dentro del Tipo I de Krencker, muy común en los establecimientos termales de Hispania, por la disposición de la palestra y la sudatio en zonas opuestas (MADRID, NOGUERA y VELASCO, 2011: 99). Así el edificio presenta un esquema lineal simple, con eje norte-sur y recorrido retrogrado (MADRID, NOGUERA y VELASCO, 2011: 91), es decir no existe un circuito cerrado sino que debe volverse por los mismos espacios.
Plano de las termas de la calle Honda (MADRID, NOGUERA y VELASCO, 2011).
El acceso al conjunto tendría lugar a través de la palestra ya que tanto la ausencia de natatio como la presencia de un suelo de opus spicatum en lugar del tradicional mortero o albero reflejan una funcionalidad no solo para la práctica de actividades deportivas, sino como espacio de acceso e, incluso, de autorrepresentación de las élites a tenor de la cuidada decoración y monumentalidad de la misma (MADRID, NOGUERA y VELASCO 2011). Presenta una forma trapezoidal de 33,18 por 17,51 metros rodeada de un cuadripórtico que en sus lados este, oeste y sur cuenta con una única perístasis, suelo de mortero y tejado a dos aguas, siendo el lado que se correspondía con el muro de la zona de baños mucho más estrecho debido a que generalmente no se colocaba pórtico en ese punto. El lado norte, en cambio, contaba con cubierta a dos aguas y doble columnata ya que debía de sostener un segundo piso. En los tres primeros lados las columnas se apoyaban sobre zapatas de cimentación formadas por bloques de caliza de forma cuadrangular que, además, servían para salvar el importante desnivel del terreno, de casi medio metro, lo cual permitía un correcto desagüe del agua hacia la cloaca situada en el decumanus de la fachada. Los lados este y oeste tenían un total de siete columnas de 3,74 metros de altura mientras que en el sur solo existían cuatro algo mayores, de 4,30 metros, siendo necesario recurrir al uso de un ático de vigas de madera y ladrillo revestido con un friso pintado con cubos y esvásticas para salvar el desnivel. Todas ellas estaban conformadas por basas áticas sin plinto, fustes construidos con cuñas de cerámica, capiteles jónicos y recubiertas con enlucido, a tenor de los restos de puntura roja y negra que se ha documentado. En el pórtico norte, en la columnata exterior, las dos laterales seguían este patrón mientras que las centrales empleaban materiales mucho más lujosos, con fustes de travertino, junto con basas áticas y capiteles corintios de mármol de Luni-Carrara. La hilera de columnas interior estaba formada por cinco columnas, con basas y fustes de ladrillo y capiteles jónicos labrados en arenisca estucada aunque estos no se han conservado (MADRID, NOGUERA y VELASCO, 2011: 93-94).
Desde la palestra se accedería al apodyterium e inmediatamente al frigidarium, situadas ambas estancias en la zona norte del complejo, presentando la segunda una planta rectangular y una piscina con la misma forma, que contaba con tres peldaños de acceso. La siguiente sala era el tepidarium, también de planta cuadrangular pero sin bañera, de la que se ha conservado parte de la suspensura y el pavimento de signinum. Y a continuación aparece el caldarium que conserva las pilae de sustentación del suelo y que estaría rodeado por sus lados sur y este por un pasillo de servicio con praefurnium. Además de la sala templada, desde el frigidarium también se podía acceder por un vano situado en el muro este a una pequeña estancia de planta cuadrangular en la que se han hallado restos de placas de mármol reutilizadas y que si bien en un primer momento fue interpretada como una sudatio, hoy es considerada como otro apodyterium debido a la distancia con respecto a los hornos. El laconicum se situaría a continuación de esta sala, presentando también una planta cuadrangular y ausencia de bañera. La natatio se ha ubicado hipotéticamente en la zona oeste aunque no ha podido ser demostrado debido a la imposibilidad de realizar excavaciones en esta zona pudiendo documentarse exclusivamente un muro con un grosor de 0,80 metros. Resulta extraño, sin embargo, que esta se ubicase fuera del recorrido, por lo que otra hipótesis barajada es que se tratase de un depósito de agua para abastecer las piscinas que complementaría al castellum aquae de la cima del cerro o incluso, una zona de servicio con letrinas (MADRID, NOGUERA y VELASCO, 2011: 91-98).
Estas estructuras se completan con los restos encontrados por San Martín Moro en la Plaza de los Tres Reyes que incluían restos de la fachada sur, un pasillo con praefurnium, una construcción de carácter hidráulico, canalizaciones y estancias de época tardía sin que se sepa su relación con el resto de estructuras (MADRID, NOGUERA y VELASCO, 2011: 91; San Martín, 1985: 134).
En cuanto a los elementos decorativos se han podido identificar clípeos marmóreos, placas de mármol de diversa procedencia usados como decoración parietal, un soporte marmóreo correspondiente al pie de un labrum, placas de bronce, lapis specularis y rejas también de bronce, pertenecientes a las ventanas del edifico (MADRID, NOGUERA y VELASCO, 2011: 101). Pero sin duda el elemento más interesante es una cornucopia (NOGUERA y MADRID, 2009) de mármol de Luni-Carrara hallada junto a las columnas del pórtico norte que pertenecía a una escultura más grande del tamaño natural, sin que este claro si se trataba de una representación sedente o en pie. Cuenta con una decoración exquisita, compuesta por un  cesto decorado con flores y frutos con un elevado grado de detallismo y bajorrelieve en la zona del cuerno, con el dorso sin decoración, solo pulimentado, y lateral derecho solo desbastado debido a que era este punto el que apoyaba en la escultura. Fechada en época augustea o principios del gobierno de Tiberio (MADRID, NOGUERA y VELASCO, 2011: 101) contiene una elevada carga simbólica relacionada con la Pax Augustea, representando fertilidad, abundancia y bienestar, atributos propios de Ceres, Concordia, Pietas,  Fortuna augusta o también de algún miembro de la familia imperial, divinizado o no (Madrid, Noguera y Velasco, 2011: 107). La interpretación más plausible es que se trata de una representación de Livia como Fortuna o Abundantia, un tema de gran importancia durante época tiberiana como muestra de devoción y reconocimiento de prosperidad emanada de la matriarca de la casa Julio-Claudia (MADRID, NOGUERA y VELASCO, 2011: 108). En cuanto a su ubicación debió de estar en un pedestal en el pórtico norte de la palestra, posiblemente delante de la columna central de la perístasis interior, bien como un simple elemento ornamental bien formando parte de una especie de sacrum o capilla destinada al culto o sacrarium, constatado en otros complejos termales como en Ostia (MADRID, NOGUERA y VELASCO, 2011: 109).
Cornucopia procedente de las termas de la calle Honda (MAMC).
También se han encontrado varios  fragmentos epigráficos destacando un fragmento de placa labrada en mármol en la que se lee loco [dato] d(ecreto) d(ecurionum) [d(ono) d(edit)], inscripción que corrobora el carácter público del edificio. Otro fragmento de placa, en este caso de mármol norteafricano, contiene parte de una titulatura imperial, perteneciente a algún emperador anterior a Adriano, cuya ubicación exacta se desconoce, posiblemente en la palestra. Ambas confirman la existencia en este conjunto de un espacio para homenajear a miembros de la familia imperial y a las élites locales (MADRID, NOGUERA y VELASCO, 2011: 111). Todos estos elementos, junto con el grado de la monumentalización de la palestra y el uso de mármoles  suponen un reflejo de la presencia del nuevo lenguaje augusteo en las zonas más visibles del edificio que tenía como finalidad ensalzar la paz del Princeps y reforzar la idea de abundancia y bienestar derivada del nuevo orden político y social (MADRID, NOGUERA y VELASCO, 2011: 94).
A finales del siglo I e inicios del II d.C. tienen lugar toda una serie de transformaciones en el edificio que incluyen la reparación de las suspensura y de los espacios calefactados, junto con la renovación de pavimentos y los pórticos norte y oeste de la palestra. El abandono del edificio se produce entre mediados y finales del siglo III d.C. tal como evidencia la presencia de sigillata africana C en los rellenos de abandono y colmatación (MADRID, NOGUERA y VELASCO, 2011: 111-112).
A pesar de que en un primer momento se especuló con que podía tratarse de un edificio de carácter semipúblico por sus reducidas dimensiones, el hallazgo de la inscripción en la que el ordo decurionum de la ciudad daba su consentimiento para que se colocase una escultura en el edificio, confirmó la idea de que se trataba de un espacio de carácter público (MADRID, NOGUERA y VELASCO, 2011: 91; Id.: 109) que además estaba situado en una de las vías principales de la ciudad que conectaba el centro, la plaza forense, con la zona portuaria, por lo que debía de tratarse de un establecimiento muy frecuentado por habitantes y visitantes (MADRID, NOGUERA y VELASCO, 2011: 91).
Recosntrucción 3D de las termas de la calle Honda y el Edificio del Atrio realizada por Balawat (https://joseluissite.wordpress.com/)
Por su parte, las termas del foro fueron localizadas en el solar 8-10-12 de la calle Arco de la Caridad (SUÁREZ, 2012) durante los trabajos acometidos entre los años 2010 y 2011, que permitieron la localización de hasta 16 ambientes o salas que formarían parte de unas instalaciones termales que podrían haber ocupado una superficie de 3400 metros cuadrados, destacando el hallazgo de estancias como el caldarium y otros elementos característicos como el hypocaustum o el praefurnium de la instalación. Tanto la técnica y materiales constructivos como la decoración del edificio aportan una cronología de época augustea, estando en funcionamiento a lo largo de las centurias siguientes durante las cuales sufrieron varias remodelaciones hasta época bajo imperial como evidencia, por ejemplo, la superposición de pavimentos. Por su ubicación y dimensiones debieron de ser uno de los establecimientos termales más importantes de la ciudad, ubicado en el corazón de la misma, el foro.
Muy cerca de este punto, en la calle de la Caridad esquina con calle Arco de la Caridad se produjo el hallazgo de una escultura de un Hermes a mediados del siglo XX (BELTRÁN, 1952: 71; MARTÍN y ROLDÁN, 1997b: 173), sin duda perteneciente a estas termas monumentales.
Ambos conjuntos, termas de la calle Honda y termas del foro, se sitúan en zonas similares, a los pies de alguno de los cerros de la ciudad, lo cual facilitaría enormemente el suministro hídrico (RAMALLO y ROS, 2012: 91). 
Como se mencionó en el primer post dedicado a la temática de la higiene en el mundo romana, aunque escasos también existían instalaciones de baños de carácter privado. En Carthago Nova han sido varios los hallazgos que pueden relacionarse con este tipo de edificios:
- En el solar 8-10-12 de la calle Serreta se produjo el hallazgo de un pavimento sin decoración sobre el que apoyaban tres columnillas de ladrillos cuadrangulares de unos 15 centímetros de altura, separados por una distancia similar. Estos parecen sustentar un segundo nivel de suelo de signinum decorado con teselas blancas, por lo que se relacionan con el sistema de suspensura de un posible establecimiento termal (EGEA, 2011; MARTÍN Y ROLDÁN, 1997a: 90, nº.2).
- En la calle Puertas de Murcia esquina con calle subida a San Antonio destaca el hallazgo de varios muros de grandes dimensiones realizados con opus caementicium que delimitarían una estructura de carácter hidráulico fechada en época romana por los fragmentos cerámicos asociados. El hallazgo de un derrumbe con restos de signinum en una de las estancias permite interpretar una cubierta abovedada sustentada con arcos. Con signinum también estaría recubierto el suelo de las estancias. Su función podía ser la de un horno o lugar de calentamiento, datado en los siglos I y II d.C. Al oeste de estas estructuras se identificó un pavimento, también de signinum, terminado en media caña, perteneciente posiblemente a una pileta que, además, estaba comunicada con las estancias anteriores mediante una conducción de agua o vapor. Todos los datos apuntan a que se trataría de un conjunto termal, probablemente de carácter privado (FERNÁNDEZ, 2006: 111-112) aunque por su ubicación no se descarta que se tratase de alguna instalación de carácter artesanal (RAMALLO y ROS, 2012: 89).
En la Plaza de la Merced número 10 hay que citar el hallazgo de instalaciones de carácter doméstico dotadas de baños en torno al tramo de calzada encontrado (MARTÍN Y ROLDÁN, 1997c: 214-215) caracterizadas por la presencia de una pileta o baño junto con una habitación pavimentada con un opus spicatum y dos basas de columna dispuestas con una orientación E-W sobre un enlosado (SAN MARTÍN, 1985: 134).
Finalmente, en el solar 5-7 de la calle Palas se encontró un conjunto de salas que formaban parte de unos baños termales de carácter privado que fueron construidos  presumiblemente en el último cuarto del siglo I a.C., permaneciendo activos hasta el siglo II d.C. Todo el conjunto estaba articulado en torno a un eje NE-SW, habiéndose identificado dos praefurnia y varias estancias, una de ellas con un sistema de hipocausto integrado (ANTOLINOS, 2005).
Es interesante añadir a este respecto el hallazgo, en la calle San Francisco 11-13 (TROJAN y SÁNCHEZ, 2007), de una estancia completa así como de otra anexa que no se han podido excavar en su totalidad, lo que impide atribuirles una funcionalidad concreta. La primera de ellas presenta una gran calidad constructiva y riqueza decorativa, además de un perfecto estado de conservación. Estaba pavimentada con losas de mármol de color rojo y verde con vetas blancas dispuestos de forma alterna en la primera línea conservada, mientras que en la segunda cambia, bien de forma voluntaria por la introducción de un opus sectile bien por una reparación posterior. Toda la composición está rodeada por su perímetro externo por un signinum con una moldura de media caña recubierta por una fina capa de cal de color rosado que actúa como nexo de enlace entre el suelo y las paredes. La decoración parietal también se basa en un revestimiento de placas de mármol blanco que se adosan a las paredes mediante un preparado de argamasa con carbones y cenizas junto con grapas de bronce, de las cuales una se ha encontrado in situ y otra formando parte de los rellenos de la estancia. Por sus elementos, especialmente la media caña, se ha pensado que podría tratarse de alguna instalación termal, ya que este elemento se usaba para impermeabilizar las juntas de los mármoles y evitar filtraciones de agua, posiblemente un frigidarium, ya que no tiene asociado ningún sistema de calefacción de la estancia, pero sin datos para afirmar si se trataría de un edificio público o perteneciente a alguna de las ricas domus de la ciudad. 
Plano de Carthago Nova en el que se incluyen las termas de la calle Honda (números 154, 155 y 51), termas del foro (números 156 y 175), baños privado de la calle Serreta 8-10-12 (número 13), de la calle Puertas de Murcia (número 157), de la plaza Merced 10 (número 90), de la calle Palas 5-7 (número 7) y el hallazgo de la calle San Francisco 11-13 (número 81). MEROÑO, inédito.

Bibliografía: 

ANTOLINOS MARÍN, J.A. 2005. Hallazgos iberos, púnicos y romanos en Cartagena: excavación en calle Palas 5-7. En: XVI Jornadas de Patrimonio Cultural. Intervenciones en el Patrimonio arquitectónico, arqueológico y etnográfico de la Región de Murcia. Murcia. Págs.101-104.
BELTRÁN MARTÍNEZ, A. 1952. El plano arqueológico de Cartagena. En: AEspA, 25. Págs.47-82.
-EGEA VIVANCOS, A. 2011. Los balnea privados en Carthago Nova. En: NOGUERA CELDRÁN, J.M. – MADRID BALANZA, M.J. (Coords.) Arx Hasdrubalis. La ciudad reencontrada. Arqueología en el cerro del Molinete, Cartagena. Murcia. Págs.84-89.
FERNÁNDEZ CARVAJAL, B. 2006. Excavación de urgencia en la calle Puertas de Murcia, esquina Subida a San Antonio (Cartagena). En: XVII Jornadas de Patrimonio Cultural. Intervenciones en el Patrimonio arquitectónico, arqueológico y etnográfico de la Región de Murcia. Murcia. Págs.111-112.
MADRID BALANZA, M.J. – NOGUERA CELDRÁN, J.M. –VELASCO ESTRADA, V. 2011. Baño y ocio: Las Termas del foro. En: NOGUERA CELDRÁN, J.M. – MADRID BALANZA, M.J. (Coord.) Arx Asdrubalis: la ciudad reencontrada: arqueología en el Cerro del Molinete (Cartagena). Murcia. Págs. 90-115.
-MARTÍN CAMINO, M. – ROLDÁN BERNAL, B. 1997a. Calle Serreta números 8, 10, 12. En: Memorias de Arqueología. Excavaciones arqueológicas en Cartagena 1982-1988. Murcia. Págs. 73-94.
-MARTÍN CAMINO, M - ROLDÁN BERNAL, B. 1997b. Calle Caridad, esquina San Cristóbal la Corta. En: Memorias de Arqueología. Excavaciones Arqueológicas en Cartagena, 1982-1988. Murcia. Págs.191-174.
-MARTÍN CAMINO, M. - ROLDÁN BERNAL, B. 1997c. Calle Saura número 35. En: Memorias de Arqueología. Excavaciones Arqueológicas en Cartagena, 1982-1988. Murcia. Págs.213-220.
-MARTÍNEZ ANDREU, M. 1997a. Las termas romanas de la calle Honda. En: Memorias de Arqueología. Excavaciones Arqueológicas en Cartagena, 1982-1988. Murcia. Págs.11-14.
-NOGUERA CELDRÁN, J.M. – MADRID BALANZA, M.J. 2009. “…apparetque beata pleno/Copia cornu”. Notas sobre una excepcional cornucopia marmórea de Carthago Nova. En: Verdolay, Nº12. Págs.75-96.
-RAMALLO ASENSIO, S.F. – ROS SALA, M.M. 2012. La gestión del agua en una ciudad romana de la Hispania semiárida: Carthago Nova como ejemplo de adaptación al medio. En: GÓMEZ ESPIN, J.M. – HERVÁS AVILÉS, R.M. (COORD.) 2012. Patrimonio hidráulico y cultura del agua en el Mediterráneo. Fundación Séneca: AECID.
RAMALLO ASENSIO, S.F. – RUIZ VALDERAS, E. 2010b. Carthago de Hispania, emporio comercial del Mediterráneo occidental. En: GONZÁLEZ VILLAESCUSA, R. (Coord.) Simulacra Romae II: Rome, les capitales de province (capita provinciarum) et la création d’un espace commun européen: une approche arquéologique. Págs.95-110.
SAN MARTÍN MORO, P. 1985. Nuevas aportaciones al plano arqueológico de Cartagena. En: Boletín del Museo de Zaragoza, nº4. Págs.131-150.
SUÁREZ ESCRIBANO, L. 2012. Hallazgo de un nuevo edificio público en Carthago Nova: las termas del foro. En: Verdolay, Nº13. Págs.113-125.
-TROJAN HERNÁNDEZ, M.N. – SÁNCHEZ LÓPEZ, A. 2007. Excavación arqueológica en calle San Francisco, números 11 y 13, Cartagena. En: XVIII Jornadas de Patrimonio Cultural. Págs.133-135.
 



lunes, 8 de diciembre de 2014

Las termas romanas

Tal como comentábamos en el post anterior las termas eran los espacios públicos donde los romanos tomaban sus baños, a excepción de algunos ciudadanos acaudalados que podían disponer en sus propias viviendas de estas instalaciones. Además de salas de baños fríos y calientes, las termas reunían en un único conjunto, en ocasiones de colosales dimensiones, zonas de ejercicio, salas de masajes y unciones, incluso en aquellas más monumentales podían encontrarse bibliotecas o teatros. En definitiva, además de un lugar para tomar baños, las termas era espacios de ocio, entretenimiento y un ambiente propicio para el desarrollo de relaciones sociales o, incluso, para tratar negocios.

Su origen se encuentra en los baños realizados con una finalidad terapéutica o curativa, de hecho son numerosos los autores que alaban sus beneficios como Galeno o Plinio, y también en los que acompañaban a las actividades deportivas en la antigua Grecia, aunque finalmente acabó prevaleciendo su uso como espacio de ocio y esparcimiento. Fue, de hecho, en la Grecia del siglo IV a.C. cuando tuvo lugar esta transformación ya que, aunque las termas son uno de los edificios más identificativos de la civilización romana, lo cierto es que los antecedentes más inmediatos los encontramos en la zona helena, desde donde fueron extendiéndose hacía la península itálica. A partir de este momento las salas de baños asociadas a los gimnasios griegos empezaron a separarse de estos ganando cada vez más complejidad, aunque fueron los romanos los que configuraron su estructura definitiva y generalizaron estos edificios termales, especialmente desde el siglo I a.C. cuando se les incorporó un complejo sistema para la calefacción de las salas, el hipocausto.
Conocemos la estructura de estos edificios tanto por los numerosos hallazgos arqueológicos que se han producido como por los datos que sobre ellas nos aporta Vitruvio quien, además, recoge toda una serie de recomendaciones a seguir para garantizar el máximo aprovechamiento de los beneficios que estos espacios podrían proporcionar. En primer lugar habla del lugar y la orientación que debe de seguirse a la hora de construir estos espacios aunque, en la mayoría de ocasiones, eran las condiciones del terreno o el espacio disponible los que determinaban en última estancia la ubicación y orientación del edificio:
“Lo primero que debe hacerse es seleccionar un lugar lo más cálido posible, es decir, un lugar opuesto al septentrión y al viento del norte. En la sala de los baños calientes y en la de los baños templados la luz debe entrar por el lado del poniente; si la naturaleza o situación del lugar no lo permite, en ese caso tomará la luz desde el mediodía, ya que el tiempo fijado para los baños va desde el mediodía hasta el atardecer. Debe procurarse que los baños calientes para mujeres y hombres estén juntos y situados con esta orientación, ya que así se logrará que los útiles de la casa de baños y el horno para calentar sean los mismos para ambos sexos.”

También habla de las dimensiones que debe de tener el edificio y la disposición de algunos de sus elementos como las bañeras o las piscinas:

“Las dimensiones de los baños serán proporcionadas al número de bañistas: su anchura medirá una tercera parte menos que su longitud, sin contar la sala de la bañera ni la de la piscina. La bañera debe situarse debajo de la ventana, pero de modo que los bañistas, que están alrededor, no impidan ni estorben el paso de la luz con sus sombras. Es muy conveniente que las estancias de las bañeras sean espaciosas, ya que al ocupar los bordes los primeros bañistas, puedan permanecer con toda seguridad los que esperan en pie. La anchura de la piscina entre la pared y la galería— no debe ser inferior a seis pies para que el escalón inferior y el asiento ocupen únicamente dos pies.”

O de las cubiertas más adecuadas para las estancias:

“Si las estancias abovedadas son de mampostería, resultarán más eficaces y provechosas, pero si fueran de madera colóquese debajo una falsa bóveda de barro, de la forma siguiente […]”.
“Si en las estancias de baños de agua caliente se construyen dobles bóvedas, ello proporcionara una mayor utilidad; […]”.

Entre las principales salas que componen estos edificios se encuentran:

  •      Palestra: patio destinado a la realización de ejercicios físicos, ejecutados con los objetivos de mantenerse en forma, de divertirse y de activar la sudoración. Podían participar tanto hombres como mujeres. Una vez terminados los ejercicios era frecuente que los esclavos diesen masajes y aplicasen una fina capa de arena sobre el cuerpo de sus señores que después era retirada junto con el sudor y la grasa con un instrumento conocido como strigile.
  •      Apodyterium: era el vestuario, dotado de bancos corridos y nichos u hornacinas, donde los clientes de las termas podían dejar sus pertenencias. En las zonas de climas fríos estas salas también podían estar calefactadas. Los hombres podían quedarse completamente desnudos, dejarse la "ropa interior", el llamado subligaculum, o incluso quedarse con la túnica puesta.
  •      Frigidarium: la sala de baños fríos. Parece que aparece solo desde época imperial.
  •      Tepidarium: la sala de baños templados.
  •     Caldarium: la sala de baños calientes. Suele tener cubierta abovedada para mantener el calor. Generalmente estaba provista de alveus o una piscina de asiento, a modo de bañera, de agua caliente y también un labrum, una pequeña pila con agua fría.
  •     Laconicum: la sala de vapor o sauna. Sobre esta nos dice Vitruvio:


“La sala de los baños de vapor y la sala para sudar —saunas— quedarán contiguas a la sala de baño de agua templada; su anchura será igual que su altura hasta el borde inferior, donde descansa la bóveda. En medio de la bóveda, en su parte central, déjese una abertura de luz, de la que colgará un escudo de bronce, mediante unas cadenas; al subirlo o al bajarlo se irá ajustando la temperatura de la sala de baños de vapor. Conviene que la sala de baños de vapor sea circular con el fin de que, desde el centro, se difunda por igual la fuerza de las llamas y la del vapor, por toda la rotonda de la sala circular.”
Recreación de unas termas romanas. Ilustración del Centro Arqueológico de los Baños, Alhama
En un primer momento se empleaban para calentar los diferentes ambientes braseros de bronce o foculi, pero hacia finales del siglo II a.C. y principios de la centuria siguiente se difundió, tanto en espacios públicos como privados, un nuevo sistema de calefacción, el hipocausto que, por su terminología y por los hallazgos arqueológicos que se han realizado, podrían tener un origen o unos precedentes en el mundo greco-helenístico, siendo posteriormente adaptado en el mundo itálico. Su funcionamiento es sencillo: consiste en crear una cámara hueca bajo las salas de entre unos 50 y 60 centímetros, permitiendo la circulación de aire caliente desde unos hornos o praefurnia. Para sostener el suelo de la estancia caldeada se emplean las pilae, unas péquelas columnillas construidas con ladrillos y distribuidas a intervalos regulares, sobre las que se sitúa la suspensura, una superficie de ladrillos sobre la que se aplica una capa de mortero duro e impermeable y, encima de esta, una segunda capa más fina que servirá de apoyo para el recubrimiento del suelo, generalmente plazas de mármol o composiciones de opus tesellatum (mosaicos). Esta cámara bajo las salas se completaba otras laterales, situadas entre paramento murario y el revestimiento interior de la sala, denominadas concameratio, por las que también va a circular el aire caliente procedente de los hornos. Estos tenían una segunda utilidad además de la de generar aire caliente ya que se empleaban para calentar el agua de las diferentes salas, tal como indica Vitruvio:
“Sobre el horno se colocarán tres calderas de bronce: la de agua caliente, la de agua templada y la de agua fría. Deben colocarse de manera que la cantidad de agua que procede desde la caldera templada hacia la de agua caliente sea la misma que desemboque desde la caldera de agua fría en la del agua templada; así también las salas abovedadas de las piscinas se calentarán con el mismo horno.”

Pilae procedentes de las termas romanas de Bath.
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Ilustración que representa el funcionamiento del sistema del hipocausto (museos.gijon.es/).
Las primeras construcciones de este tipo en la Península Itálica se sitúan en la zona sur destacando las construcciones de Pompeya ,fechadas en el siglo II a.C. En la ciudad de Roma el primer edificio termal no se edificó hasta el siglo I a.C. cuando Agrippa, el yerno del emperador Augusto, promovió la construcción de una instalación termal en el Campo de Marte, las denominadas como Termas de Agripa. En los años venideros fueron muchos los conjuntos promovidos por los emperadores entre los que destacan las termas de Nerón, las de Tito, las de Trajano, uno de los conjuntos más impresionantes, las de Caracalla o las de Diocleciano, que acompañaran a otros numerosos baños de menor tamaño. En la ciudad de Carthago Nova contamos con dos ejemplos: las termas del foro, identificadas en el solar 8-10-12 de la calle Arco de la Caridad; y las termas de la calle Honda, de las cuales hablaremos en el siguiente post ya que es mucha la información que disponemos de ellas, especialmente de las segundas.
Si bien los primeros establecimientos eran sencillos y austeros, tal como nos describe Séneca las termas de la villa de Publio Cornelio Escipión o cómo parecen indicar los hallazgos arqueológicos realizados en la ciudad de Pompeya, con el tiempo adquirieron un gran lujo y refinamiento llenándose de ventanas por las que entraba la luz y el calor, cubriéndose las paredes con mármol y multiplicándose el número de estancias, dejando atrás el esquema sencillo de las primeras construcciones. Un esquema caracterizado por la distribución de las estancias alineadas en un mismo y único eje, con un recorrido de ida y vuelta, y que estará presente, al menos, hasta época de Nerón, cuando se imponga una planta simétrica, en la que las salas se dispongan duplicadas en torno a un eje central. Es interesante detenernos en la descripción que hace el cordobés Séneca ya que en su obra compara los primeros ejemplos de termas, en este caso la de la villa de Escipión el Africano, con la contemporáneas (recordemos que fue tutor del emperador Nerón):


“Me llamó la atención el contraste con el local destinado a los baños. Era pequeño, estrecho, oscuro, según la costumbre antigua: tenía que ser un local oscuro; si no, a nuestros antepasados no les parecía que era suficientemente caliente. Se me ocurrió pensar en la gran diferencia de costumbres que existe entre las nuestras y las de la época de Escipión. Al compararlas me embargó una gran emoción. Sigue leyendo y comprenderás por qué. Aquél gran general, «horror de Cartago» a quien Roma debe el que sólo se la haya conquistado una vez, lavaba su cuerpo cansado de las labores del campo en este cuchitril. Pues ya sabes que se dedicaba a la agricultura, y él mismo labraba la tierra como fue la costumbre de nuestros antepasados. Aquél personaje estuvo bajo este techo tan sucio, este pavimento tan vil lo soportó: sin embargo ahora, ¿quién es capaz de aguantar lavarse en un sitio así?A la gente las termas les parecen pobres y destartaladas si no brillan sus paredes con grandes y espléndidos espejos; pretenden que las paredes estén decoradas con mármoles de Alejandría y que tengan incrustaciones de piedras de Numidia; por todas partes ha de aparecer un trabajado y variado entretejido de barnices a modo de pintura; toda la cámara ha de estar recubierta de vidrio; nuestras piscinas tienen que tener una rica decoración en toda su extensión con piedras preciosas de Thasio. Ya sabes que son unas piedras muy costosas y muy raras de ver. Tal vez en algún templo. Y eso en unos lugares, como las piscinas, en las que dejamos todos los malos humores de nuestro cuerpo después de haber sudado mucho. Otro de los caprichos en la decoración es el que el agua se derrame encima de la gente desde jarrones de plata.[…]En este baño de Escipión apenas hay huecos en las paredes. Sólo unas pequeñas ventanas que están recortadas en el muro de piedra de manera que admiten la luz sin ningún problema ni protección. Los baños actuales tienen que tener grandes ventanales por los que pueda entrar la luz del sol durante todo el día; de esa forma, la gente hará dos cosas al mismo tiempo: bañarse y broncearse. También se podrán dedicar a otros placeres, como son el admirar el paisaje. Desde el sitio donde estén sentados, verán a la vez los campos y el mar. Según la gente, si no cumplen estos requisitos, son baños más propios de cucarachas que de personas.[…]Antiguamente los baños públicos eran pocos y no tenían ninguna decoración: ¿por qué habría de decorarse un lugar en el que apenas costaba un real la entrada y que se dedicaba al uso necesario y no a la diversión? No se derramaba el agua por debajo ni corría siempre renovada como si saliera de una fuente caliente, ni creían que tenían que preocuparse por la transparencia de un agua que iban a ensuciar.Pero, oh dioses, ¿cuánto ayudaría entrar en aquellos baños oscuros, decorados con estucos vulgares, si supieras que te había calentado el agua con su propia mano Catón, o Fabio Máximo, o alguno de los Cornelios cuando eran ediles? Pues estos nobilísimos ediles cumplían con su obligación de entrar en estos lugares que acogían al pueblo, y exigían limpieza y una temperatura del agua y del ambiente útil y saludable, no como la de ahora que es semejante a un incendio, de tal forma que parece la más apropiada para lavar vivo a un esclavo convicto de algún delito. Me parece que ya no se ve la diferencia entre un baño ardiente o caliente.[…]” (SÉNECA. Epistulae Morales ad Lucilium, LXXXVI, 4-13)
Se trataba de edificios públicos cuyo acceso no era gratuito sino que debía de abonarse una pequeña cantidad para acceder, además de que algunas ofrecían otros servicios que debían de pagarse aparte. En un primer momento hombres y mujeres debían de seguir circuitos diferenciados pero sabemos por Cicerón que esta medida no siempre era cumplida. Posteriormente, el emperador Adriano obligó a la completa separación de sexos, bien con circuitos diferenciados bien estableciendo diferentes franjas horarias de acceso para unos y otras aunque, como en el caso anterior, eran muchas las mujeres que no cumplían esta norma, tal como recuerdan autores como Plinio el Viejo o Quintiliano.

Bibliografía:
- SÉNECA. Epistulae Morales ad Lucilium.
- VITRUVIO. De Architectura.