domingo, 11 de enero de 2015

El "ejército" de los primeros tiempos

La fecha de la fundación de Roma fue fijada en el año 753 a.C. por Marco Terencio Varrón, militar, funcionario y escritor  romano que vivió entre los años 116 y 27 a.C. Pero la arqueología ha demostrado la existencia ya en el Paleolítico de una ocupación en la zona del Lacio aunque fue durante el periodo de transición del Bronce al Hierro, en torno a los siglos XI-X a.C., cuando se produjo la consolidación de un hábitat disperso en el área en la que más tarde se desarrollará la futura capital del imperio, ya que se trataba de un espacio con grandes posibilidades de subsistencia. Esta manifestación cultural, denominada como cultura lacial, estará enormemente influenciada por grupos contemporáneos como las culturas de fosa o la de Villanova. 

Estas pequeñas aldeas de no más de un centenar de habitantes, situadas en las distintas colinas, iniciaron en torno al año 800 a.C. un proceso de sinecismo o agrupación que se prolongó hasta  el primer cuarto del siglo VI a.C., motivado en parte por el aumento de los rendimientos agrarios, lo que permitió la aparición de excedentes, el desarrollo de actividades artesanales y comerciales, y la aparición de centros de carácter urbano, con casas que sustituyen a las antiguas cabañas y las primeras evidencias de diferenciación social.

Durante estos primeros años, en los que se confunde realidad y leyenda, el modelo político al que hacen referencia las fuentes es una monarquía que habría estado presente desde el momento de su fundación hasta el año 509 a.C., en que fue expulsado el último de los monarcas, Tarquinio el Soberbio, y se instauró la República. 

¿Qué tipo de ejército existió en estos primeros tiempos? 


Es muy poca la información que disponemos acerca de estos primeros años puesto que no fue hasta el siglo III a.C. cuando los romanos empezaron a escribir su propia historia. Si nos centramos en la información de tipo militar son dos autores los que tratan este periodo, Tito Livio y Dionisio de Halicarnaso, ambos muy posteriores, de manera que todos los datos que aportan deben de ser tratados con cautela. Es la arqueología la que contribuye a despejar el panorama acerca del ejército romano más arcaico.

Realmente no podemos utilizar la palabra ejército para referirnos a estos primeros soldados sino que lo más correcto es hablar de bandas de no más de un centenar de hombres, formadas por los habitantes de las aldeas, unidos en clanes o grupos de varias familias ligados por lazos de sangre, amistad o étnicos, a los que se podían unir allegados y clientes, y dirigidos por un jefe o caudillo. En ocasiones varios de estos clanes podían organizarse para enfrentarse a expediciones de mayor envergadura. En Roma el encargado de dirigir estas actuaciones era el rey, unas actuaciones que se limitaban a riñas entre los distintos grupos para controlar áreas de explotación, derechos de paso, saqueos o la obtención de botín, acciones que garantizaban la fidelidad de los hombres a sus caudillos por lo que se hacían continuamente necesarias. La motivación de estos hombres era, principalmente el honor y la defensa de su clan, a lo que se podía unir en muchas ocasiones un espíritu aventurero o el deseo de promoción personal.

Estos hombres no recibían un entrenamiento específico sino que la dureza de los trabajos del campo sería suficiente preparación aunque también es probable que dentro de las familias abuelos y padres ofreciesen algún tipo de adiestramiento a los más jóvenes. No hay que olvidar que la caza, junto con la agricultura, era una de las actividades principales que garantizaban la subsistencia de las grupos humanos por lo que la mayoría de los hombres estaban acostumbrados a manejar armas.  No se puede hablar todavía, por lo tanto, de la concepción de la milicia como una profesión sino que era una actividad realizada a tiempo parcial que se compaginaba con la agricultura, el pastoreo o la caza. 

La panoplia básica de la época era muy sencilla, compuesta por un escudo elaborado en madera, por lo que no se han conservado, y una o dos lanzas, que en raras ocasiones podían acompañarse de hachas o dagas de bronce, material que solo en un momento más avanzado empezó a ser sustituido por el hierro, mucho más escaso. En algunos enterramientos se han encontrado escudos realizados completamente en bronce por lo que es probable que no fuesen objetos empleados en vida, ya que en la batalla habrían podido ser rápidamente inutilizados, sino que fueron seguramente elaborados ex profeso para ser depositados como ajuar funerario. Hay que tener en cuenta que muchos de los materiales hallados en contextos funerarios, de donde proceden la mayoría de los hallazgos relacionados con el ejército arcaico, no necesariamente reflejan la realidad del momento sino que muchos son elaborados solo para ser depositados en el enterramiento como símbolo de estatus y riqueza. Como elementos defensivos, además del escudo, existían protectores corporales fabricados en cuero o madera a los que se unían las corazas elaboradas en bronce reforzado con hierro, aunque estas estaban reservadas a los líderes y aquellos individuos más pudientes. Los yelmos fueron mucho más frecuentes, aunque su protección se limitaba a la zona alta de la cabeza, ya que las distintas variedades existentes solían carecer de defensas para mejillas y nuca. Los modelos más frecuentes eran el villanoviano, consistente en un cuenco formado de dos mitades, con una placa elevada en forma de flecha situada en la zona de unión entre ambos, o el tipo campana.

Yelmo de tipo villanoviano, hallado en Tarquinia y fechado en el siglo VIII a.C. (Museo Arqueológico Nacional de Tarquinia).

Los hallazgos arqueológicos apuntan a la existencia de una cierta uniformidad en el equipamiento militar, empezando a apreciarse mayores diferencias a partir del siglo VIII a.C. La espada será, junto con el material en el que estaban elaboradas las defensas, otro de los elementos de distinción social, ya que eran pocos los que podían permitírsela. Las primeras espadas estaban inspiradas en los modelos griegos, predominado aquellas de hoja larga preparadas para golpear con el filo, aunque tampoco eran desconocidas aquellas más cortas, empleadas principalmente para ser clavadas. El modelo de empuñadura más característico era el de tipo "antena", con modelos muy elaborados y ornamentados. 

Ilustración que representa a Rómulo y Remo ataviados como los primitivos soldados romanos (http://www.ecusd7.org/ehs/ehsstaff/jparkin/academics/ancient_world_history/Flowering_of_Civilizations/Han-Rome_Comparison/Rome/Roman_Military/Army/Index-Roman_Army.htm) 

Este tipo de "ejército" de bandas solo permitía la realización de combates de poca duración en las zonas más inmediatas, haciendo innecesario el acuartelamiento de las tropas o la preocupación por temas de aprovisionamiento y logística, con lo que los gastos bélicos eran muy limitados. 

A partir del año 600 a.C. aproximadamente se producirá una revolución tanto en el equipamiento como en las tácticas de lucha, con la incorporación de los modelos hoplíticos helenos, de los que hablaré en el siguiente post. Con este cambio, situado durante el reinado de Servio Tulio, se pasó de un tipo de lucha individual y heroica a un modelo de tipo colectivo, en el que lo que predomina son los intereses de la comunidad. 

Bibliografía: 

- FIELDS, N. (2011): Early Roman Warrior 753-321 BC, Oxford.
-GOLDSWORTHY, A. (2005): El ejército romano, Editorial Akal. 
- KEPPIE, L. (1984): The Making of the Roman Army, London.
- ROLDÁN HERVÁS, J.M. (1995): Historia de Roma, Universidad de Salamanca.





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