Siguiendo con la temática del ejército romano republicano al que ya se ha hecho mención en varias ocasiones (aquí y aquí) hoy vamos a analizar otros aspectos relacionados con la forma y las características de los combates en la época, contribuyendo todos ellos a desmentir algunas ideas transmitidas por el cine y la televisión.
La duración de los combates:
La mayor parte de los autores clásicos que
recogen datos de tipo bélico y militar mencionan que la duración de los
combates estaría entre dos y tres horas, un periodo de tiempo bastante amplio
debido a que el combate en este época no era un enfrentamiento rápido cuerpo a
cuerpo que se remata en una sola carga, como parecen mostrar algunas películas
o series. En realidad hay que entenderlo como un proceso bien estructurado que
se compone de diferentes fases, como una coreografía de la que los practicantes
conocen cada uno de sus pasos. Y es que, tal como se mencionó en el post
centrado en el armamento del ejército “polibiano” (aquí) a día de hoy se
considera que los combates bélicos se desarrollarían en fases alternas de
lanzamiento de armas arrojadizas, y lucha cuerpo a cuerpo. A ello habría que
unir el tiempo que tardarían los legionarios en salir del campamento, llegar al
lugar del enfrentamiento y colocarse en la posición, lo cual contribuía a alargar la duración de los enfrentamientos.
Ilustración que representa a legionarios romanos combatiendo. Los de la primera fila se disponen a iniciar un combate cuerpo a cuerpo empleando la espada mientras que los de la segunda se encuentran arrojando sus lanzas, aunque en la realidad ambas acciones no se realizarían de forma simultánea (fuente: http://www.ecusd7.org/ehs/ehsstaff/jparkin/academics/ancient_world_history/Flowering_of_Civilizations/Han-Rome_Comparison/Rome/Roman_Military/Army/B-Republican_Roman_Army/Plate_C-Roman_Infantry.jpg) |
Y a pesar de lo organizados que estaban los
enfrentamientos, lo cierto es que existían diferentes factores que podían
confundir y desconcertar a los soldados. Por un lado está la incapacidad de
conocer que estaba sucediendo en el punto de encuentro de ambos ejércitos,
especialmente para aquellos soldados que se encontraban más alejados. La
solución a ello fue la división de la legión en grupos más pequeños, como los
manípulos, que además de movilidad, garantizaba una mejor ubicación de todos
los soldados del grupo, teniendo siempre como referencia el estandarte. Éste
actuaría como núcleo que aglutinaba a los soldados, distribuidos de forma
irregular, a modo de “nube”, pero siempre en torno a la insignia. La segunda
causa de confusión era el polvo que se levantaba con el movimiento de soldados
y caballos y que disminuía aún más esta visibilidad. En tercer lugar tenemos
que hablar del ruido que se producía ya sea por los gritos de dolor,
voces de arenga, para intimidar o el estruendo producido por el choque de las
armas y por el lanzamiento de las jabalinas y flechas. El resultado de todo
ello era una reducción de la capacidad auditiva de los legionarios durante el
combate que se solventó con el uso de señales de comunicación no verbal como el
estandarte anteriormente mencionado o instrumentos musicales como el cornu, la tuba o
la bucina.
La forma de combate:
Efectivamente, no se trataba de una lucha
desordenada entre todos y cada uno de los miembros de la legión, sino que todo
estaba organizado y se componía de varias fases. En primer lugar estaban las
salvas de elementos arrojadizos que no se producían únicamente al principio del
encuentro, sino que se iban repitiendo a intervalos a lo largo de todo el
desarrollo de la lucha, de forma que permitiese a los soldados descansar del
cuerpo a cuerpo, pues está demostrado que un enfrentamiento de este tipo y con
el armamento de los legionarios romanos, solo podría haber sido soportado
durante 15 minutos como mucho. Este momento, en el que ambos ejércitos quedaban
separados por una línea de seguridad, también era empleado para retirar a los
heridos y para relevar las filas.
En el caso del ejército romano este relevo
de filas no se producía de forma aleatoria sino que estaba todo organizado. Ya
vimos como las tropas de línea se dividían en tres grupos principales: hastati,
prínceps y triarii. El paso de unos a otros se
realizaba de manera ordenada. Ello permitía a los soldados que se retiraban
poder descansar durante algunos minutos y sobre todo posibilitaba contar
siempre con tropas frescas que reavivasen el combate. Además está el hecho de
que no todos tenían el mismo armamento, de forma que también entraba en juego
el factor sorpresa. Solo si asimilamos y aceptamos esta propuesta de combate,
cada vez más difundida y repetida en numerosos artículos especializados,
podemos comprender tanto la larga duración de los conflictos como el número
reducido de bajas en ambos bandos.
Ilustración que representa a los diferentes soldados de infantería que componían la legión romana de época republicana: hastatus, triatius y veles (fuente: http://www.ecusd7.org/ehs/ehsstaff/jparkin/academics/ancient_world_history/Flowering_of_Civilizations/Han-Rome_Comparison/Rome/Roman_Military/Army/B-Republican_Roman_Army/Plate_A-Legionnaires-2nd_Punic_War.jpg) |
El número de bajas:
Conocemos el número de bajas de los
ejércitos antiguos gracias a las fuentes, aunque debemos tener en cuenta que se
trata de números que en ocasiones varían según el autor que consultemos. A
pesar del baile de cifras, la conclusión que se saca es que el número de
fallecidos era muy reducido, especialmente en el bando ganador, con unas bajas
que se calculan de un 5% del total como media, una idea que también choca con
la imagen que nos trasmiten algunas películas de aniquilación total del bando
derrotado. En este, el número de muertos era algo mayor pero sin que llegue a
ser una cifra escandalosa, de media un 14% del total de los miembros, aunque
otros autores lo elevan a casi un 40%. En este caso es más difícil de
precisar, porque si en el caso del ejército romano se registraban
concienzudamente el número de sus miembros y las bajas, en el caso de los
enemigos las cifras son dadas también por las fuentes romanas, por los
vencedores, de manera que estas cifras pueden haberse exagerado. Sea como sea,
unas bajas que oscilen entre el 14% y el 40% del total de un ejército derrotado
son muy reducidas, lo cual contribuye a confirmar esa idea de combate
organizado en varias fases, no de enfrentamiento campal y desordenado entre los
soldados de ambos ejércitos. De hecho, el momento donde se producían más bajas
era en la huida, ya que el individuo quedaba solo, sin la protección que
suponía el combatir mano a mano con otros compañeros. Es por ello que el
artículo consultado para la elaboración de este post incluye la siguiente frase “la
mejor manera de sobrevivir en una batalla es combatiendo dentro de un grupo”,
cuando a simple vista puede parecer que el huir era la mejor forma de
garantizar la supervivencia.
Bibliografía:
- GOLDSWORTHY, A., (2003): El ejército romano, Akal.
- SIERRA, D., (2011): El combate en la Roma republicana: una aproximación a las características generales de la batalla antigua, El futuro del pasado 2, 131-146.